Feliz Día del Maestro
La vocación a la enseñanza ha sido una de las más claras en la historia de la humanidad. Quien quiere dedicar la vida a este oficio, desde muy temprana edad comprende que su realización consiste en guiar por los caminos del conocimiento a otros que así lo deseen. Es casi natural en él ir por la vida ávido de saber y presto a transmitir aquellos hallazgos que le sorprenden y llenan de satisfacción.
Cuando quien ha elegido este camino se encuentra con los sistemas educativos de nuestro tiempo suele sufrir una profunda crisis de identidad por dos motivos. Uno, la tecnificación de la enseñanza y dos, la apatía de su auditorio. Estos dos aspectos, son característicos tanto de la enseñanza media como de la superior. En el caso de las universidades es aún más complejo el panorama cuando se supone que quienes acceden a este nivel de educación han elegido libremente estar allí y les apasiona aprender sobre su especialidad. La apatía y el poco compromiso son factores que desaniman hasta al más comprometido docente.
La técnica como invasora de los espacios del saber ha comprometido, en sentido negativo, la transmisión de conocimiento. Las nuevas tecnologías y la imposición de la enseñanza por competencias, han establecido dinámicas que en lugar de procurar el desarrollo y la madurez del proceso de aprendizaje, lo han debilitado hasta el punto de detener su crecimiento. Las herramientas tecnológicas educativas o TIC -por utilizar el desafortunado nombre que se les da- se ofrecen como alternativa frente a la tradicional exposición magistral y la clásica lectura de textos. Se considera a las anteriores ya caducas frente a las nuevas propuestas tecnológicas y las múltiples didácticas que el siglo XXI ha traído como innovación. Si existe el videobeam y las diapositivas, ¿para qué la exposición magistral en la que el profesor transmite sus conocimientos con un alto dominio de la retórica y el discurso? Si existen Wikipedia y Monogrfias.com, ¿qué necesidad hay de gastar las horas en la biblioteca para conocer y recorrer las colecciones clásicas y entrar en diálogo con sus autores?
Lo paradójico del asunto es que la recepción por parte de los estudiantes, de estas nuevas tecnologías, al contrario de ser positiva, es directamente proporcional a la seriedad de las nuevas herramientas. Al principio del curso, la pregunta ya no es si el profesor será bueno y exigente, sino si será o no un profesor Karaoke (que lee y repite lo que dice la diapositiva proyectada). Se sabe, entre el ámbito estudiantil, que para ese sistema, la clave del éxito es no asistir a clase y aprovechar el tiempo estudiando lo que sí es serio.
La vocación de los maestros, por todos estos factores, se confunde hoy por hoy con la del recreacionista que tiene que encontrar las herramientas necesarias, no para enseñar a pensar, sino para ofrecerle a su audiencia elementos que motiven sus emociones. La cultura de la emotividad se ha apoderado del entorno educativo y ya casi no queda espacio para ejercer en profundidad el oficio del maestro que tiene como fin despertar en los estudiantes un anhelo de saber que ponga en juego sus potencias y facultades.