ALEJANDRA FIERRO VALBUENA, PhD | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Agosto de 2014

Amor Indigo

 

La película francesa Amor Indigo, del director Michel Gondry,  es una interesante propuesta que, con un método poco convencional, consigue crear una atmósfera a la cual es imposible ser indiferente. Esta propuesta, vinculada a la fantasía romántica francesa, es una de las verdaderas novedades que han llegado al cine comercial. Aunque es imposible negar la dificultad que representa para muchos espectadores el encuentro con un cine de este estilo, no por ello se habrá de desconocer lo llamativo de una puesta en escena como esta.

La película inicia con una avalancha de efectos especiales que remiten al cine surrealista de Buñuel. Sin embargo, el absurdo aquí no lleva directamente a la angustia de la incomprensión, sino que, a través de juegos de palabras e imágenes, el espectador se encuentra frente a una historia de amor fresca y agradable. Es inevitable hacer el paralelo con el realismo mágico que por estas tierras estamos acostumbrados a experimentar, y no sólo a través de la literatura. Dentro del absurdo, cada imagen tiene un sentido; por ejemplo, el efecto de la música en el cuerpo y la sensación de enamoramiento son gráficamente expuestas, no sin un toque de ironía. Sin embargo, el destello de creatividad que se refleja en la primera parte de la película se ve empañado por el drama propuesto. Es tal vez este giro sorpresivo, el que hace difícil asimilar la propuesta de Gondry. Del colorido que se desprende de los personajes y los objetos (el cocinero amigo, el ratoncito que habita una réplica miniatura de la casa, el piano que prepara cocteles a la medida de la música interpretada) se pasa rápida e inesperadamente a lo lúgubre de la enfermedad y el desempleo. La atmósfera se torna asfixiante, no solo por la invasión de la flor que invade el pulmón de Chloé sino porque poco a poco los espacios y los colores disminuyen. La sensación de angustia está perfectamente lograda gracias a los efectos que literalmente angostan los espacios y las posibilidades de los personajes. La confusión de imágenes, que al principio siempre quedaba encajada en algún lugar, en la segunda parte aumenta y parece que tiene como objetivo dejar perdido al espectador. El efecto logrado es impresionante, porque es imposible escapar de un cierto malestar.

Este malestar es el punto que me parece interesante resaltar y sobre el cual considero que gira toda la propuesta cinematográfica. El malestar que genera el contraste entre los dos momentos de la película y el que cada vez se va haciendo más insoportable a medida que crece la maleza en las ventanas, aparecen muertes absurdas y se agota el espacio y los colores, lleva en principio a juzgar a la película misma. Cabe tachar de excesivo y empalagoso el uso de los efectos especiales y de innecesario el desenlace. No obstante lo que parece suceder con este filme es que revierte el sentido catártico del arte. Si bien, con la experiencia artística buscamos liberar miedos y temores y expiar nuestros sentimientos más bajos, lo que consigue la película en cuestión no va por esa vía. Al contrario, presenta de tal modo la realidad, que en lugar de liberarnos, nos recuerda la incomodidad que tantas veces acompaña la experiencia humana. Frente a este tipo de propuestas queda nuevamente formulada la pregunta sobre el sentido del arte.