Como si hiciésemos parte de “Universos Paralelos” de Michio Kaku, de repente somos testigos del momento histórico en el que Gustavo Petro -el Presidente-, encuentra su peor enemigo en Gustavo Petro -el Parlamentario-. Desconociendo inexplicablemente el valor de la protesta social, evitando escuchar a la mayoría de los colombianos y mostrando una desconexión absoluta con la apremiante situación a la que su gobierno ha llevado a muchos de nosotros; quien fuese el agitador principal del estallido social hoy manifiesta al mundo entero, vía twitter, que son los empresarios quienes manipulan el descontento nacional y que las razones que tenemos para pronunciarnos en las calles “no son justas”.
Algo de razón ampara al presidente Petro cuando dice que en su gobierno no se van a permitir los bloqueos. Esa postura tajante para evitar que las reclamaciones de algunos -válidas claro está- puedan vulnerar los derechos de los demás, está respaldada por la Constitución colombiana en su artículo 37 al sostener que el pueblo se puede reunir pública y pacíficamente. Afectar la seguridad y los intereses generales con bloqueos que ponen en riesgo las libertades del resto de los colombianos, es una conducta que está además tipificada por el derecho penal y que, en consecuencia, no puede ser admitida ni respaldada por ningún gobierno demócrata.
Lo que llama la atención entonces y lo que a la vez nos hace sentir que navegamos en los insondables misterios de la física que recrea Kaku, es que Gustavo Petro el Congresista no coincidía con nada de lo que ahora dice Gustavo Petro el Presidente.
El Petro de hace dos años no escatimó en estimular todo tipo de bloqueos que produjeron pérdidas irreparables, incluso, en vidas humanas. El Petro Congresista convulsionó el resentimiento en el país a punta de narrativas falaces, incendió a Bogotá con sus protegidos de la tal Primera Línea, aplaudió en twitter con sus esbirros digitales a quienes vandalizaban las calles y sembró ese discurso que nos agrietó profundamente como sociedad: en su retórica, quienes pedíamos que la protesta fuese constitucional -o sea pacífica-, que nos dejaran trabajar, que no bloquearan ambulancias con bebés adentro, que no vandalizaran los bienes públicos, que no degollaran motociclistas y que no quemaran vivos policías; éramos los “oligarcas” enemigos de los “nadies”.
El Petro Congresista, además, supo leer y navegar muy bien ese estado de caos creado por él mismo. Aprovechó entonces para, junto con amigotes politiqueros de la más rancia estirpe, vender el discurso del cambio y de la justicia social. Esa justicia discursiva se cargó de propuestas impensables para cualquier líder responsable. Todas propuestas irrealizables, pero no por ello poco seductoras. Y así, como el flautista de Hamelin, empezó a hipnotizar incautos cambiando la flauta por bailecitos en Tik Tok en los que, por ejemplo, a los transportadores les ofrecieron peajes más baratos y con horas pico, combustible económico con tarifa diferencial, subsidio al transporte público, precios justos para licencias y tecnicomecánicas, y la cereza del pastel, apoyo a la legalidad y a los empresarios.
Hoy, cuando por lo que podría tratarse de misterios de la física las realidades paralelas de Petro el Presidente y el Congresista colisionan, el Presidente toma la primera medida sensata del gobierno. La decisión, aunque necesaria, riñe con todas sus propuestas irresponsables de campaña, derivando también en una contradicción sobre su visión del manejo del orden público y de la protesta social. El Petro Congresista que en noviembre de 2021 decía “no saquen el carro, permitan que sus trabajadores vayan al paro, cierre su comercio, saque su bicicleta, su guitarra, su voz. Hoy se construye nación y democracia”, se choca en una incoherencia impúdica con el Petro Presidente de septiembre de 2024, que dice “El país no se dejará bloquear. Las medidas adecuadas para afrontar un ‘Lock out’: Un paro empresarial, se toman desde hoy”
Y así, para finalizar esta historia que no es de ciencia ficción, las propuestas populistas de ayer, hoy terminan pasándole factura a quien en su momento los abanderó. Difícilmente saldrá bien librado el presidente Petro del camino que le aró el Congresista. Los populismos siempre terminan estallando en manos de su artífice, pero los platos rotos, también siempre, los pagamos todos.