

A la hora que se escribe esta columna se dan los datos de las elecciones en Alemania en las que el partido conservador democristiano CDU/CSU obtiene el primer lugar. El actual canciller Olaf Scholz y su partido socialdemócrata SPD sufren una estrepitosa derrota y quedan relegados al tercer lugar, en tanto que los verdes quedan en el cuarto y la extrema izquierda en último lugar. Mientras otros pequeños partidos esperan los conteos definitivos para saber si alcanzarán o no los votos necesarios para acceder al parlamento.
Por su parte, el partido de extrema derecha AFD logra el segundo lugar y triunfa en los cinco länder de la antigua Alemania del Este, con más del 20% de los votos a nivel nacional, y dobla así su electorado. Impactante resultado, cuyo significado aún es temprano para sopesar con todas sus implicaciones, más allá de que posiblemente no es el que esperaban sus ardientes promotores en Estados Unidos, interesados en hacer avanzar en Europa movimientos nacionalistas, populistas y autoritarios, por lo demás, en su mayoría cercanos o promovidos desde Rusia.
Friedrich Merz quien será el nuevo canciller busca conformar rápidamente una coalición sólida para gobernar, de la que, como lo señaló en la campaña, excluye una alianza con el partido AFD, dirigido por la señora Alice Weidel.
Su liderazgo y los claros límites que ha ratificado, haciendo honor a sus declaraciones previas, son una buena noticia para Alemania, pero en particular para Europa y para el resto de los países democráticos, en momentos en los que los valores que aquella representa, y los de las instituciones que habían mantenido el orden internacional después de la postguerra, deben resistir los embates de la nueva visión del mundo y de las relaciones entre naciones que pretende imponer el reelecto presidente Trump. Visión en la que el respeto de los tratados y de las alianzas naturales alrededor de la defensa de los principios democráticos propios del Estado de Derecho y de la reglada convivencia entre naciones, parecieran quedar relegados o abandonados en función de los intereses de los estados más fuertes, con capacidad militar o económica para imponer sus designios a los más débiles y hasta expandir sus territorios por la fuerza, en una aterradora vuelta al pasado, a etapas que se creían superadas para la humanidad.
Cabe esperar que la voluntad del anunciado nuevo Canciller de conformar gobierno con base en el programa que promovió para reorientar las políticas actuales , que incluye, por ejemplo, duras medidas en materia de inmigración, de seguridad y convivencia, encuentre eco responsable en los partidos que fueron derrotados, pero que están llamados a prestar su concurso en el parlamento para asegurar la mayoría necesaria al nuevo gobierno, y a los que se impone una necesaria reflexión sobre sus errores y las razones que han llevado a estos resultados y al inusitado aumento de los votos del partido con las visiones más extremas, más allá de las interferencias externas y de las manipulaciones en redes, denunciadas en la campaña.
@wzcsg