Vergüenza nacional
Si en alguna oportunidad los colombianos han tenido motivos justificados para sentirse profundamente avergonzados, éstos se los proporcionó la confesión en los Estados Unidos del general Santoyo. Quién hubiera pensado que una persona a quien el Estado colombiano lo ha exaltado y colocado en las más altas posiciones y que jugando doble haya logrado el grado más alto del cuerpo civil armado como es la Policía Nacional haya traicionado a todo el país.
Cuando se comenzó a conocer que autoridades extranjeras lo estaban solicitando, nos hicimos a la ilusión de que todo podría obedecer a equivocaciones o falsas apreciaciones basadas en hechos equívocos. Pero no, el mismo sindicado se encargó de confirmar hechos que nos negábamos a creer, se encargó de quitarnos la venda. Sus nexos con los enemigos de la Nación, de la manera que hemos escogido para marchar colectivamente.
Continuamos atónitos como atontados sin saber qué debemos hacer. Cómo nos debemos comportar ante hechos que han tocado las fibras más íntimas de la sensibilidad nacional, fuera de sentirnos tocados en los sentimientos más profundos, no parece que lo sepamos. Nosotros con todo el sistema de inteligencia no nos dimos cuenta de que durante muchísimos años teníamos en el seno como testigo a un rufián, hombre traidor y sin honor. Tuvieron que ser autoridades ajenas las que lo descubrieron y lo hicieron confesar. A saber qué tratos y arreglos le convino hacer para atenuar su culpa. ¿Estará convirtiéndose en un soplón y así tiene atemorizados a quienes con él alternaron en el desempeño traidor de sus tareas?
Hace muchos años hubo un oficial, capitán del Ejército, que cometió actos que fueron considerados de traición y cuando existía la justicia penal militar, fue juzgado y entre las sanciones a las cuales fue sometido se le impuso la degradación la cual se cumplió en forma ejemplar y pública. ¿Nos lo prestaría la justicia norteamericana a cuyo cuidado está ahora el indigno general para ser juzgado entre nosotros? Si existiera esta posibilidad la Plaza de Bolívar, indigna de él, sería escenario nacional para que el país fuera testigo de la indignidad de uno de sus hijos a quien se le confiaron responsabilidades que desempeñó como un ruín y vil colombiano, se le debería imponer esta sanción, si existiera la justicia penal militar.
Así como es cierto que a quienes tuvieron a su cuidado la vida policial de Santoyo, sus superiores inmediatos el general Naranjo y el presidente Uribe les corresponde una responsabilidad mediata, ésta no se puede llevar hasta considerarlos cómplices, auxiliadores, encubridores, coautores, copartícipes o inductores de las felonías de este general indigno de tal grado.