ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 6 de Octubre de 2012

¿Volver al Designado?

 

 

Hoy por hoy la Nación está viviendo circunstancias cuyas consecuencias eventuales no están previstas para ser resueltas en forma automática en parte alguna de la ley básica. De acuerdo con algunos, que suelen tener bola de cristal para adivinar cómo se desarrollan las cosas, nos han pintado el cuadro como si Presidente y Vicepresidente estuvieran los dos en un avión accidentado. Pero no, afortunadamente la situación no es de esa índole. La operación de Juan Manuel Santos resultó absolutamente conforme a los conocimientos y expectativas de los médicos, de suerte que de eso no se va a morir ni va a quedar incapacitado; pero simultáneamente Angelino Garzón, persona con la cual se pueden tener diferencias ideológicas, ha despertado enorme simpatía y consideración por su valor y entereza, con los cuales ha soportado sus quebrantos de salud. Su parábola vital es ejemplo claro de cómo Colombia sabe reconocer el talento y la inteligencia, hállense estas  cualidades en donde estén.

Es cierto que hay preocupación porque las dos personas que los colombianos hemos escogido para que, la una en funciones, dirijan la Nación y, la otra, potencialmente pueda hacerlo, estén simultáneamente enfermas;  afortunadamente ninguna de las dos está en incapacidad para desempeñar tareas de esa responsabilidad. Si alguno lo estuviera lo más probable es que él mismo lo reconociera. A los males de Angelino, que no son pocos como lo hemos podido ver en las imágenes de la televisión, se les debe agregar las amarguras de carácter familiar que está viviendo. ¿No sería mejor dejar que él, de motu propio, se apersonara de su situación y resolviera  lo considerado más conveniente? No parece que sea decente ni caballeroso aplicar ese dicho que reza: al fregado ayudarlo a fregar y ayudar al fregador. Más bien con esta experiencia es preciso considerar el volver a la figura del Designado, que resuelve situaciones como la que los de la bola de cristal han querido mostrarnos en forma casi apocalíptica. Dejemos a Angelino tranquilo, que se reponga de sus dolencias y podamos discrepar de él. No nos ensañemos en él pretendiendo prestarle un servicio a la nación.

No parece entonces que sea lo más caballeroso ni decente tratar con intenciones que no se vislumbran, o tal vez sí, para que conseguida la incapacidad de Angelino, recuperar para el Congreso la facultad de elegir a un nuevo Vicepresidente y darle así vigencia política a este desacreditado cuerpo legislativo.  Es un juego bastante ordinario. Sería preferible que se ocuparan, por ejemplo, de considerar y discutir la recuperación de la figura del Designado, con lo cual el Congreso podría recuperar la vigencia que ha perdido e influir en la vida nacional en forma efectiva.