ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Septiembre de 2013

Reflexión serena

 

Las próximas elecciones han hecho mover la política en los últimos días. Todo estuvo a cargo del sector que orienta Álvaro Uribe.  Al fin resolvió, parece, que él encabezará una lista cerrada de carácter nacional como es la circunscripción electoral para esta corporación.  Lo malo de esta movida es que, lejos de la confrontación de ideas, lo que el país ha presenciado es una serie de ataques personales e insultos de aquellos que hacía tiempo no se veían ni se oían.

La lista que se conoció de quienes formarán el grupo de colombianos que se le ofrecen como alternativa parece buena, a juzgar por quien la encabeza, la doctora Guerra, por quien profeso un sincero afecto y admiración desde cuando la conocí siendo ella directora de Colciencias. De ahí para abajo hasta llegar a la fila en donde aparece el controvertido José Obdulio no hay objeción qué hacer. Este renglón ha causado malestar tanto en la opinión pública como en las huestes uribistas, algunos de cuyos sectores se distancian en forma terminante y definitiva de la posibilidad de tener que votar por esa lista cerrada que bien parece que garantizará la llegada al Senado de este paisa, que según algunos de sus coterráneos es calificado como “guasca” que es una expresión que tiene alguna similitud, que detesto, con la que se usa en Bogotá que es “lobo.”  

Zuluaga, uno de los precandidatos adictos a Uribe, en forma muy caballerosa, elegante, pero no desprovista de las características de una carga de profundidad política, le pidió a José Obdulio que en bien del éxito del movimiento uribista que se propone llevar al Congreso a un grupo de personas nuevas mas no por eso puedan ser descalificadas que se conviertan en un núcleo de oposición al actual Gobierno y desde luego a las posibilidades de que Santos sea reelecto. Que haya divergencias en el interior de un grupo o partido político no es síntoma diferente a la vitalidad; lo que no parece que cumple es que las divergencias sean de carácter personal y toquen tan de cerca como parece, el corazón de quien inspira tantos sentimientos, positivos y negativos,  a su alrededor.  La nómina de precandidatos fieles a Uribe se ha visto menguada en unidades muy valiosas; quedó reducida a Holmes Trujillo, Pacho Santos y Zuluaga. Bien parece que este último firmó su partida de defunción como precandidato porque quienes tendrían la capacidad de hacerle caso, no lo harán. José Obdulio ya dijo que continuará y Uribe que lo tiene tan cerca de sus afectos seguramente lo respaldará, si no públicamente, sí con el afecto de su corazón. ¿Qué efectos tendría esto entre la masa votante simpatizante de Uribe?   Vaya uno a saberlo, modesto observador del quehacer político. Pueda ser que no le pase a las huestes uribistas lo que ya le sucedió en las últimas elecciones para alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia, así como para Bogotá. ¿No será que esta mala fortuna es contagiosa?  Pero de lo que tiene que estar consciente la dirigencia nacional es que los apetitos políticos a veces conspiran contra el bienestar colectivo. ¿El ejemplo de Bogotá en sus tres últimas administraciones no será antecedente ejemplarizante  para la reflexión serena de los políticos?