Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Mayo de 2016

A TRAVÉS DEL TEODOLITO

Cundinamarca

 

EL  llamado departamento de Cundinamarca, cuyo nombre se adjudica a los idiomas Chibcha, Aimará o Quechua, significa nido del cóndor o comarca del ídem. Llegados los españoles, el altiplano era habitado por los chibchas y gobernados por el Zipa. Las luchas por el poder entre los habitantes del altiplano no fue asunto extraño. El centro de gravedad ha sido siempre Bogotá, ciudad que formó parte del territorio de Cundinamarca, departamento creado conforme a la Constitución de 1886 el 5 de agosto de aquel año, pero con Bogotá como capital, la cual a su vez lo era del país, con la debida dependencia política y administrativa;  así lo han reconocido diferentes instancias, salvo hasta cuando se le dio a la capital una condición diferente.  Así fue  durante la presidencia del General Rojas Pinillas, cuando se le dio un status particular y un régimen administrativo propio como Distrito Especial; posteriormente la Constitución de 1991 la erigió como Distrito Capital; fue así como Bogotá dejó de ser territorio de Cundinamarca.

 

Política y administrativamente es completamente independiente.  Bogotá elige sus propios senadores y representantes, así como lo hace Cundinamarca; la primera no participa en la elección de diputados a la Asamblea de Cundinamarca así como este no tiene que ver, políticamente hablando, con la integración del Concejo ni con la elección del Alcalde de la capital. En otras palabras, Cundinamarca no tiene que ver con Bogotá, ni la capital con el Departamento, salvo que sus autoridades son huéspedes de la capital. Por cuestiones de tradición Bogotá continúa siendo la capital del Departamento de Cundinamarca; aquí está la sede de la gobernación anteriormente en un lindo edificio en la Av. Jiménez, hoy en una moderna construcción adyacente a la vía que conduce a El Dorado, construida a expensas de los recursos del Departamento.

 

Aquí, la parafernalia de la gobernación es bienvenida y recibida; el Alcalde de Bogotá que en otras épocas podría ser un subalterno del Gobernador,  hoy es amable anfitrión de éste, personaje que en otros tiempos solía ser una de las figuras prominentes del gobierno; hoy es un huésped de difícil acceso para sus gobernados que son los habitantes de Cundinamarca que no lo pueden ver como el mandatario próximo residente en su propia tierra, sino como un personaje lejano que solo lo pueden ver en sus desplazamientos saliendo de su exilio, Bogotá, para adentrarse en la provincia departamental.

 

Cundinamarca cuenta con ciudades con suficientes méritos y condiciones como para otorgarles el honor y el privilegio de ser la capital del Departamento, para así dejar su odiosa condición de huésped, aunque querido y respetado en la capital de Colombia de suerte que los recursos que se cree en la obligación de invertir en Bogotá se trasladen a la provincia cundinamarquesa. Zipaquirá, Facatativá, Madrid, Soacha,  Guaduas, Fusagasugá, Girardot, Puerto Salgar y muchas otras ciudades que podrían ser consideradas para esta tarea.

 

¿Podrá más el deseo de estar cerca de los poderosos que el de estar cerca de los gobernados? Este desde luego es un tema que admite y obliga a una seria reflexión para todos los ciudadanos de Cundinamarca. Debe irse pensando para bien de todos.  Se podrían así acabar los pleitos entre  dos mandatarios porque no se estarían pisando las cabuyas. Es una alternativa semejante a la de Hamlet, ser o no ser.