Mis recuerdos sobre Roberto Junguito se agolpan en el tiempo. Durante cerca de cuatro décadas el destino me permitió trabajar cerca de él. Fue un gran privilegio.
Los recuerdos comienzan en Londres, donde trabajábamos en la delegación de Colombia ante la OIC (Organización Internacional del Café); compañeros de trabajo eran Jorge Ramírez Ocampo y, un poco después, Juan Manuel Santos. Junguito estaba terminando su trabajo doctoral en Princeton sobre el café y las materias primas. Naturalmente estaba en su salsa en la OIC. Pasábamos tardes enteres hablando de café en un momento en que aún existía pacto de cuotas. Poco después se rompería. Desde entonces tomó gran interés académico por el café, tema sobre el cual llegó a ser un gran especialista. De vuelta a Colombia, y en compañía de Diego Pizano, publicó en la Federación bajo los auspicios de Jorge Cárdenas varios tomos sobre el café que son probablemente los aportes más exhaustivos sobre la teoría del grano y de los productos básicos que se han escrito en Colombia. Los conocimientos sobre café los profundizaría luego Junguito como presidente de la asociación nacional de exportadores de café.
Junguito es nombrado luego ministro por Belisario Betancur, primero de agricultura y luego a la cabeza del ministerio de Hacienda. A mi modo de ver fue momento mejor de Roberto Junguito en su larga vida pública. Colombia atravesaba una aguda crisis de balanza de pagos en aquel entonces. Y fue gracias a su pericia como se logró superar, sin tener que recurrir a ninguna reestructuración de la deuda en la cual cayeron infinidad de países por aquella época que con razón se llamó “la década perdida de la deuda externa”. Roberto logró que el FMI apoyara el plan de reorientación de la economía colombiana que se había diseñado por la administración Betancur. Y con ese aval del FMI (duramente conseguido) nuestro país logró reabrir el crédito y salir adelante en aquella tormentosa época.
Durante la administración Pastrana después, siendo Roberto primero director del Banco de la Republica y luego representante de nuestro país ante el FMI, ayudó inmensamente al ministro de hacienda de entonces- cargo que me tocó desempeñar en aquella tormentosa época- en lo que fue la tarea de reabrir el crédito externo del país, llegar a un acuerdo formal con el FMI (el primero que hizo Colombia), y normalizar las relaciones externas del país. La experiencia de Junguito adquirida durante el gobierno de Belisario Betancur fue de gran utilidad en aquellos difíciles momentos de fin del siglo. En la que ha sido una de las más difíciles crisis por la que ha atravesado Colombia en los tiempos modernos.
Lugar especial en estos desordenados recuerdos ocupa las simpáticas circunstancias en las que liberamos la franja cambiaria en 1999. Visitamos al presidente del Federal Reserve Bank, señor Greenspan, quien nos recomendó la liberación de la franja. Era una operación de cirugía cambiaria y de inmensa importancia. El equipo que estaba en Washington le comentó al presidente Pastrana lo que íbamos a hacer, y que para tal efecto la junta directiva del Banco que estaba toda en aquellas negociaciones se iba a reunir en la embajada de Colombia para tomar allí formalmente la medida. El presidente Pastrana nos dijo con buen criterio que estaba de acuerdo, pero que no iba a faltar quien demandara la resolución cambiaria por no haber sido adoptada en territorio colombiano. Tenía razón. Tomamos un sábado un avión llegamos a Bogotá, fuimos inmediatamente a las oficinas del Banco de la República, liberamos el sistema de franjas cambiarias, y retornamos el domingo a Washington a proseguir las negociaciones con las agencias multilaterales. Todo salió muy bien. Poco tiempo después me dijo el señor Camdessus- entonces presidente gerente del FMI- que la de Colombia había sido la liberación cambiaria más exitosa de todas las que había supervisado el FMI.
Nos quedó desde entonces la costumbre de reunirnos periódicamente en inolvidables tertulias al equipo económico de Betancur, junto con el mismo presidente Belisario. Estas tertulias se prolongaron por casi dos décadas. A ellas asistían puntualmente Hugo Palacios, Jorge Ospina, Carlos Caballero, Rodolfo Segovia, Hernán Beltz, Diego Pizano, y Roberto Junguito naturalmente. No solo rememorábamos los pormenores de lo que habían sido los años tormentosos en el campo económico del gobierno Betancur, sino que era una cita mensual infaltable con Belisario para analizar los asuntos de actualidad que se iban sucediendo. ¡Qué falta le hace Belisario al país! Él acostumbraba decir con gracia que si no había sido el mejor de los presidentes si era, sin duda, el mejor de los expresidentes”.
Roberto Junguito estuvo en el corazón de los eventos económicos del país durante los últimos treinta años. No hubo comisión fiscal o de temas especializados como el agrario de la que no hiciera parte principalísima. Muchas de las recomendaciones que hoy nutren las políticas públicas del país tienen la impronta de Roberto Junguito.
No puedo dejar de mencionar finalmente su vocación de afinado historiador económico. Dentro de su basta producción deja libros de inmensa importancia sobre la historia económica del país. Tuve el gran gusto de prologar uno de ellos sobre la política económica del siglo XIX, del cual se había convertido Junguito en un gran especialista.
El Fallecimiento de Roberto Junguito es una gran pérdida para el país, para sus amigos, y para quienes en un momento dado tuvimos la fortuna de trabajar cerca de él. Y ante todo para la formulación de las políticas económicas de Colombia en los momentos difíciles que le tocó vivir. Y de las cuales fue siempre acertado y valiente ejecutor.