De un momento a otro se desata una depresión tropical que comienza a inundar las áreas más vulnerables del país.
En ese mismo instante, un terremoto de 7,2 en la escala de Richter, con tsunami incorporado, estremece a otras regiones costeras.
Al tiempo, un gigantesco volcán entra en erupción, activa a los otros que le circundan, y arrasa con todo lo que encuentra a su paso.
Como si se tratase de las desgracias de Job, o de las siete plagas bíblicas, los males más temidos en Centroamérica caen sobre Nicaragua en el marco de un simulacro de prevención de desastres que hace pocos días movilizó a más de millón y medio de personas.
De hecho, terremoto y tsunami acaecieron en la Costa Pacífica, en Nagarote; el volcán no era otro que el Masaya, a pocos metros de Managua; y la tormenta sobrevino en la Costa Caribe.
Ante semejante catástrofe, el Gobierno decreta la alerta roja en todo el país y comienza un operativo a gran escala coordinado por el Sistema Nacional de Prevención que involucró al Ejército, la Policía, la Defensa Civil, los organismos de socorro, la empresa privada y centenares de bomberos.
Conscientes de que se hallan ubicados en el Cinturón de Fuego del Pacífico, los nicaragüenses no quieren repetir los dolorosos errores del pasado y ahora se preparan milimétricamente para enfrentar a las que podríamos llamar “amenazas simultáneas múltiples”, es decir, previstas pero repentinas, entrelazadas, de alto impacto y amplia cobertura.
Para no ir muy lejos, el terremoto del 2014 puede considerarse como el detonante de esta acción colectiva que cierra el círculo de la seguridad preventiva y dota al país de un sistema puesto a prueba y en conexión con otras experiencias en los demás países del área.
Por supuesto, no se trata de las únicas amenazas, ni son las únicas que requieren atención sistémica. Existen otras, como aquellas a las que la Mesa Nacional para la Gestión del Riesgo ha denominado “menos evidentes”, como la sequía, porque son latentes, no invaden la agenda mediática y se supone que no afectan la vida de manera inmediata.
Lo cierto es que visibles, o no visibles, las amenazas están siendo intervenidas de manera anticipada, coordinada entre las diferentes agencias y, sobre todo, asumidas y gestionadas por la misma gente, independientemente del grado de vulnerabilidad en que se encuentre.
Interesante lección, porque cuando un país cree que ya ha superado sus conflictos y sus amenazas, puede quedar desprotegido, a merced de las fuerzas destructivas y sin más herramientas que la buena voluntad y los idílicos deseos.