Amylkar Acosta | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Mayo de 2016

El campo: asignatura pendiente

 

EN Colombia el abandono del campo es proverbial, ni la economía campesina ni la agroindustria han podido pelechar, de allí que históricamente ha crecido por debajo de la economía y la ausencia del Estado ha permitido que los ilegales copen ese vacío e impongan su ley, ya sea por la fuerza o a través de la cooptación. El fenómeno de descampesinización en Colombia no tiene nada que ver con los procesos que registra la historia como etapa embrionaria del desarrollo del capitalismo clásico. La gran diferencia entre lo acecido en Colombia y en los países desarrollados es que en estos el desplazamiento de los campesinos a las ciudades obedeció a su industrialización, mientras tanto en nuestro país se ha producido un virtual vaciamiento del campo por cuenta de la pobreza y la violencia.

 

En el campo se concentra la pobreza, el analfabetismo, el desempleo y la exclusión social, principales lacras de la sociedad colombiana, una de las más desiguales del mundo. Colombia en los últimos años ha avanzado en la superación de la pobreza, pero sin reducir la desigualdad; no obstante en el campo la pobreza persiste y la desigualdad es extrema. Basta con decir que el Gini rural pasó de 0.74 a 0.88 y no es para menos habida cuenta que el 77% de la tierra la acapara el 13% de los propietarios, al tiempo que el 36% de estos poseen el 30% de la tierra.

 

El campo colombiano no se reduce a la agricultura y a la ganadería, afectadas hace muchos años por el raquitismo, sobre todo desde la apertura atolondrada hacia adentro decretada en 1991. Es muy diciente que, como lo afirma el experto Juan José Perfetti, “en Colombia desde el año 2005 la producción agrícola total se mantiene alrededor de los 25 millones de toneladas”. Resulta patético comprobar que teniendo más de 7 millones de hectáreas aptas para el cultivo de maíz, arroz y soya a 480 kilómetros de Bogotá, estemos importando más de 10 millones de toneladas de granos y aceites desde Argentina que dista 10.700 kilómetros de Bogotá, de Brasil que está a 9.000 kilómetros o de Iowa (EEUU) a 6.500 kilómetros. ¡Luz en la calle y oscuridad en la casa!

 

La Misión Rural que coordinó el ex ministro José Antonio Ocampo al constatar esta realidad propuso Política de Estado tendiente a sacar al campo y a los campesinos de su postración inveterada, generando condiciones de protección, inclusión y cohesión social, elementos esenciales para construir una paz estable y duradera. Se trata de “garantizar oportunidades económicas y derechos económicos, sociales y culturales a nuestros habitantes rurales” y a quienes retornen añadiríamos nosotros, “para que tengan la opción de vivir la vida digna que quieren y valoran”, reconstruyendo el tejido social desgarrado por la violencia despiadada que los ha escarnecido. Esta es una de las asignaturas pendiente del Estado colombiano, tal vez la principal. 

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