El piscinazo
A propósito de la ratificación del TLC por parte de Estados Unidos, afirmó el ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, haciendo gala de sus dotes de voluntarismo, que “nadie lo obliga a uno a hacer malos negocios”… Siempre uno debe estar preparado para hacer buenos negocios”. Claro, que “nadie lo obliga a uno a hacer malos negocios” y que “uno siempre debe estar preparado para hacer buenos negocios”. Pero así de claro es también que un Tratado es un compromiso para las partes y las obliga a las partes a ceñirse a él así sea un mal negocio. Uno “debe” estar “preparado para hacer buenos negocios”, pero ¿qué tal si no lo está como lo pone de manifiesto su colega de gabinete?
Ante la preocupación manifestada por voceros de los diferentes gremios empresariales y no sólo de estos, sino de otro de sus colegas, el Ministro de Transporte, quien habló de la “herencia vergonzosa” de las concesiones viales contratadas en la pasada administración, como él mismo dice “a la topa tolondra”, nos sale el ministro Echeverry con el cuento de que “hay que ser benevolentes con lo que el país ha hecho en los últimos años” para añadir que, a pesar de ello él cree que “siempre estamos preparados para más comercio y más negocios”.
El orondo Ministro de Hacienda no se da por enterado de estas falencias y sale a decir que “la mejor forma de aprender a nadar es echarse al agua, de manera que bienvenido el ‘piscinazo’”.
El primero en ripostarle fue el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural Juan Camilo Restrepo, augurando que “esa ducha fría que les va a llegar con los TLC no se convierta en una neumonía para nuestro sector”.
Como bien lo dijo El Espectador, “hay que atreverse a dar saltos. El problema es que éstos no pueden ser al vacío; no se aprende a nadar con los brazos amarrados… sin un manejo adecuado pueden diluirse las ventajas, por los efectos catastróficos para algunos sectores muy importantes de la economía nacional”.
No le salió bien la metáfora al ministro Echeverry, pues quien está tratando de aprender a nadar no lo va a hacer en una piscina olímpica para clavados, sin exponerse a perecer en el intento. Además, no se puede confundir un trampolín con el cadalso, que es al que invita el despistado Ministro.