AMYLKAR D. ACOSTA M. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Mayo de 2012

¡Ave, César!

 

El 18 de mayo de 2004 tuvo lugar en Cartagena la primera ronda de las negociaciones del TLC entre Colombia y EE.UU., el 22 de noviembre de 2006 se firmó por ambas partes, pero el viacrucis para su ratificación por parte de EE.UU. se prolongaría hasta el pasado 21 de octubre y ahora, por fín, entraó en vigor ayer. ¿Qué se puede esperar de él?

Los tratados comerciales per se no son ni buenos ni malos, todo depende de sus cláusulas. Y estas, además de ser desventajosas para Colombia, esta no está preparada para enfrentar con éxito este desafío. Veamos por qué.

Primero, porque no tenemos una oferta exportadora. La más clara demostración de ello es que llevamos dos décadas con acceso libre de aranceles al mercado estadounidense y el máximo aprovechamiento que hizo Colombia de los beneficios del Atpdea es de 54% contra 84% por parte del Perú. Las cifras de ANIF son muy reveladoras: “La relación exportaciones totales/PIB es una de las más bajas de América Latina, pues permanece en niveles del 19% frente a la media del 33% de la región”.

Pero así tuviéramos la oferta exportadora nos topamos con el siguiente escollo y es que no somos competitivos. Y no somos competitivos, como lo pudo establecer el Plan Estratégico de Transporte 2003-2006, “debido, en gran medida, a la alta participación de los costos de la operación logística del transporte, en el precio final de las mercancías”. Basta con señalar que, de acuerdo con un estudio de la CCC, un exportador colombiano incurre en un sobrecosto de sus exportaciones del orden del 18% “por serios retrasos de la Agenda Interna en materia de infraestructura”.

Nos preguntamos de qué le sirve al exportador colombiano dejar de pagar 4%, que es el arancel promedio en los EE.UU,, si aquí le toca “pagar” un sobrecosto de casi 5 veces el arancel que va a dejar de pagar por cuenta de los sobrecostos. En definitiva nuestros exportadores y también nuestros productores nacionales, que tendrán que vérselas para competir con las importaciones favorecidas por la tasa de cambio, mientras discurren por el corredor de la muerte mascullarán, como los gladiadores de la antigua Roma: ¡Ave, César, los que vamos a morir te saludamos!

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