ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Agosto de 2013

Un país encartado

 

“La  mujer del César no sólo debe ser honrada; además debe parecerlo”, dijo Julio César, según cuenta Plutarco, para justificar su divorcio de Pompeya; y desde entonces -no siempre con éxito- los ciudadanos han esperado exactamente eso de quienes los gobiernan.  El prestigio de los gobernantes es tan importante como sus obras, e incluso muchos pasan a la historia más recordados por el mito que encarnan, la ficción que representan, o la sombra de duda que los envuelve, antes que por sus propios hechos y acciones reales.

Ese quizás sea uno de los principales desvelos del recién posesionado presidente paraguayo, Horacio Cartes.  La fama que lo precede es todo menos honrosa.  Para empezar, el suyo es un partido -el Colorado- históricamente vinculado con la dictadura del general Alfredo Stroessner, que regresa al poder tras el caótico y malhadado interregno de Fernando Lugo, y que en estos años de oposición no fue capaz de renovar sus cuadros ni sus prácticas políticas, lo cual no deja mucho lugar para la esperanza en una de las naciones más pobres e inequitativas de América Latina.

Que Cartes mismo sea de algún modo un outsider -al no provenir de la entraña tradicional del partido- no mejora el panorama. Se trata de uno de los hombres más ricos de Paraguay, propietario de las dos mayores tabacaleras de un país que produce 47 billones de cigarrillos al año (de los que consume solo el 10%), y cabeza visible de un vasto emporio que incluye entidades financieras y un equipo de fútbol. Lástima, eso sí, que sobre el éxito de sus industrias pese la sospecha de que deben tanto a sus méritos empresariales como a su involucramiento en el negocio del contrabando de cigarrillos, el lavado de activos e incluso el narcotráfico.  Es cierto, como repiten sus escuderos, que ninguna investigación -ha habido varias, en Argentina, Brasil, incluso EE.UU.- ha sido hasta ahora concluyente y nada ha podido probarse en contra suya. Pero aunque sean puras especulaciones, no es un asunto menor para un país que por su debilidad institucional, la porosidad de sus fronteras, y la estructura de su economía resulta vulnerable a la penetración e influencia perversa del crimen organizado.

Ojalá Paraguay no se haya encartado con Cartes. Hoy por hoy es uno de los centros de gravedad de la seguridad en Suramérica, y lo que allí ocurre tiene repercusiones en toda la región, incluso en Colombia. Y eso es algo que nadie puede darse el lujo de seguir subestimando. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales