ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Agosto de 2011

 

Siria y las palabras mudas
“Al-Assad conoce muy bien el límite de tales discursos”  
HAY  palabras que no dicen nada, y como dice la sabiduría popular, “obras son amores y no buenas razones”.  Eso vale también en política internacional, como queda claro después de las declaraciones emitidas desde Washington, Bruselas e incluso Riad, sobre la permanencia del presidente sirio Bachar al-Assad en el poder, luego del baño de sangre al que ha sometido a su pueblo durante los últimos meses, desde que la primavera árabe se hiciera sentir también en las calles de Damasco y en los barrios de Latakia. Y lo confirma el propio al-Assad, que conoce muy bien el límite de tales discursos, y para no quedarse atrás en el refinado arte de pronunciar palabras sin decir nada, llegó a anunciar la semana pasada el fin de las operaciones militares contra los opositores y prometió al Secretario General de la ONU una revisión de la Constitución y la pronta celebración de elecciones.
Porque a la hora de la verdad, al-Assad sabe que nadie moverá un solo dedo en su contra, por mucho que en Washington y en Bruselas endurezcan las sanciones contra su gobierno y lo declaren nocivo para el bienestar de su pueblo (cosa que además podría decirse de muchos otros gobiernos en todo el mundo sin causar ninguna sorpresa).  La enredada situación en Libia, y la incierta perspectiva sobre lo que podría ocurrir allí tan pronto Trípoli caiga en manos de los rebeldes, mantendrán suficientemente ocupadas a las potencias de Occidente, ninguna de las cuales está dispuesta a enfrascarse en otra aventura imposible en nombre de la responsabilidad de proteger. Sabe también que tiene a su favor la segura renuencia de Rusia y China frente a todo intento de reproducir, aunque sea de forma edulcorada y restringida, la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad que en su momento autorizó la intervención contra Gadafi.  Y la misma renuencia lo blindaría ante la Corte Penal Internacional, a la que por otro lado, las propuestas de impunidad hechas por británicos y franceses a Gadafi para persuadirlo de abandonar el poder, han puesto en ridículo.
Y aún así, al-Assad está todo menos seguro. Hay otro tipo de palabras mudas: las silenciadas con ferocidad por las fuerzas de seguridad y los esbirros del régimen.  Y como dice el cuento de Italo Calvino:  “Todo palacio se apoya en subterráneos donde está enterrado algún ser viviente o donde algún muerto no encuentra paz. No se trata de que te tapes las orejas con las manos:  seguirás oyéndolo lo mismo”.  
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales