ANDRÉS MOLANO ROJAS | El Nuevo Siglo
Lunes, 20 de Agosto de 2012

Dos alegres compadres

 

No faltan las voces que exaltan a Julian Assange como a un héroe. Según dicen, su intrepidez puso al descubierto las maquinaciones, los secretos más oscuros del “imperio”, los trapos sucios del Departamento de Estado. Poco les importa, en realidad, que los tales secretos no lo fueran tanto ni hayan sorprendido a nadie; ni que en realidad el señor Assange sea en el fondo una figura anodina, un narcisista de tiempo completo, cuyo egotismo le han reprochado más de una vez sus propios cómplices de aventura.

Le debe sentar muy bien a su desmesurado amor propio el hecho de haber protagonizado la noticia más sonora de la semana pasada, y la probable expectativa de seguir ocupando un lugar en los titulares de prensa por algún tiempo aún, mientras se resuelve el lío generado por la respuesta favorable de Quito a su solicitud de asilo y la renuencia de Londres a otorgar el salvoconducto que lo haría efectivo.  Y sobre todo, por la imprudencia y el tono con que el Foreign Office salió a invocar la Ley de instalaciones diplomáticas y consulares, que permitiría al Gobierno británico retirarle a la embajada ecuatoriana las inmunidades propias de su estatus.

La alegría de Assange seguramente la comparte el presidente Rafael Correa. A ambos los une, a fin de cuentas, una cierta afinidad idiosincrásica, y una fervorosa empatía anti-imperialista.  Y si en el pasado un cable filtrado por WikiLeaks le sirvió a Correa para expulsar a la embajadora estadounidense, el affaire Assange le está sirviendo ahora para apuntarse un éxito en el plano diplomático y político.

En el diplomático, por la manera en que convocando a la OEA (a la que generalmente desprecia) y a otras organizaciones y foros multilaterales regionales, ha convertido el asilo de Assange en ocasión para reivindicar los principios fundamentales de derecho internacional que rigen las relaciones entre las naciones -algo a lo que, sensatamente, ningún Estado latinoamericano podría oponerse-.  Y en el político, porque siendo uno de los más acérrimos fustigadores de la libertad de prensa, posa ahora de valedor del oficio; y de paso, reedita para consumo interno el episodio en términos de dignidad nacional, soberanía, coraje y resistencia, de cara a las elecciones presidenciales de 2013.

Este será sin duda un juego largo. Quién sabe cómo, dónde y cuándo vaya a resolverse. Pero hay que admitir que el primer “round” lo han ganado dos alegres compadres:  uno desde el balcón del número 3 de Hans Crescent y el otro desde el balcón de Carondelet.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales