ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Agosto de 2012

Seguridad cotidiana

 

A los latinoamericanos ya no los trasnocha el futuro de la democracia (a pesar de que en varios países de la región hay claros signos de retroceso y alarma frente a los logros obtenidos durante los últimos 20 años en materia de consolidación y profundización democrática).  Tampoco los desvela el estado de la economía:  tras la traumática experiencia de la década del 80, y luego de adoptar un conjunto de reformas que hoy más de uno evoca a propósito de la crisis de la zona euro, Latinoamérica enfrenta con prudente optimismo la actual coyuntura económica global.  Como históricamente la región ha sido también una región de paz en lo que tiene que ver con conflictos armados interestatales, y por otra parte los conflictos armados internos parecen cosa del pasado (con una sola y dolorosa excepción), no los perturba tampoco la angustia de la guerra.

Lo anterior no significa que duerman tranquilos.  Muchos temen salir a las calles después de cierta hora del día. Otros han tenido que encerrarse en sofisticadas, costosas y muchas veces nugatorias burbujas de protección: carros blindados, conjuntos cerrados monitoreados satelitalmente y custodiados por patrullas privadas, ejércitos de escoltas fuertemente armados.  Algunos temen a las policías nacionales como a las peores bandas criminales (y en muchos casos, se diría, resulta difícil distinguir las unas de las otras). Muy pocos confían en la administración de justicia, cuya proverbial ceguera se ha convertido en sinónimo de impunidad ominosa, rampante corrupción e inoperancia de la ley.  Finalmente, a juzgar por las tasas de homicidio, algunas ciudades de la región parecen verdaderos campos de batalla.

Lo que preocupa a los latinoamericanos, en ese escenario, es la seguridad de todos los días. Esa seguridad elemental para la provisión de la cual, en últimas, existe el Estado, y en virtud de la cual se le reconoce un doble monopolio:  el de la creación del derecho y el de su ejecución e imposición coactiva.

 En la práctica, existen hoy día innumerables zonas grises en los campos y ciudades de América Latina, en las que la ausencia del Estado da pie a la aparición de estructuras paralelas de poder y de orden que imponen su ley (carteles, maras, bandas criminales, mafias de contrabandistas, asociaciones criminales) y su orden, frecuentemente mediante la violencia.

Recuperar esas zonas grises es hoy tan importante como fortalecer la democracia o reducir la brecha de la inequidad.  De hecho es condición para ambas cosas que los latinoamericanos puedan salir a las calles, otra vez, sin miedo.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales