La historia según Evo
Ser historiador nunca ha sido requisito para hacer política, ni mucho menos para ser Presidente. Pero ningún gobernante puede ser indiferente a la historia. Todos sin excepción esperan, como Fidel, su absolución. Y por modestos que sean, sueñan sin confesarlo con la página que ocuparán en los libros y el espacio que les concederán las enciclopedias. Los más ambiciosos deliran con darle un giro radical a los acontecimientos, con imponerle su nombre a una era o una ideología, o con fundir su biografía con la de sus pueblos -como si ésta hubiera empezado y fuera a terminar con ellos-, a menos que se asegure de algún modo la perennidad de su legado.
Pero el presidente boliviano, Evo Morales, es caso aparte. Según él, sus antepasados aimaras tuvieron un celo anti-imperialista tan radical, que lucharon incluso contra los romanos y los británicos. Según él, Chávez (que patrocina su asistencia a las cumbres multilaterales, le prestó un avión de la Fuerza Aérea de Venezuela para sus viajes de Estado, y le financió la construcción de una base naval a orillas del Titicaca) es el líder natural de las “fuerzas libertarias sudaméricas” (sic) comprometidas con la “revolución social” iniciada por Bolívar. Según él, en 1492 “Abya Yala, nuestro continente” fue invadido por los europeos, que “trajeron consigo egoísmo, individualismo, sectarismo y regionalismo, al inventarse fronteras que no había, para sembrar odio y enfrentamientos entre los pueblos y llevar adelante políticas de robo y saqueo permanente de nuestros recursos”.
Por supuesto, Evo necesita un curso intensivo de historia, a ver si deja de torturar el pasado. Pero sobre todo necesita una inyección urgente de gobernabilidad, a ver si logra tomar las riendas de un país resquebrajado por la atomización plurinacional y convertido en despensa del narcotráfico por cuenta del “cultivo tradicional y el uso costumbrista” de la coca, en el que además los indígenas que se oponen a la construcción de una carretera en plena Amazonia, repuestos de la brutal represión de hace algunas semanas, marchan hacia la capital y amenazan con bloquearla.
Eso sí debería preocuparle, porque él conoce muy bien, como jefe cocalero que siempre ha sido, los peligros de un bloqueo indígena a La Paz. Y frente a ellos de nada van a servirle ni su peculiar narrativa de la historia, ni sus invectivas contra Cristóbal Colón, ni su manida retórica anti yanqui. Tal vez sobreviva impune a su ignorancia del pasado, pero no a la factura que tarde o temprano va a cobrarle el presente.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales