A propósito de las elecciones que se llevan a cabo hoy domingo en Alemania y tras el retiro de la extraordinaria mujer que por los últimos 16 años ha ostentado el título de Canciller de ese país, es oportuno considerar las especiales condiciones personales y de liderazgo ejercidos por Ángela Merkel.
Indudablemente desde 2005, Alemania logró posicionarse como el gran faro de Europa, enfrentando con decisión, mesura y equilibrio numerosas crisis. Unas veces a partir de políticas predecibles y otras que sorprendieron aún a los más cercanos a la Unión Cristiano Demócrata (CDU), a la que pertenece la señora Merkel.
La lección es contundente y debería ser motivo de reflexión para países que están próximos a llevar a cabo procesos eleccionarios: quien que reciba la confianza del pueblo y asuma responsabilidad para llevar por buen camino a una nación, debe tener visión de largo plazo, capacidad de tejer alianzas aún al margen de las propias ideologías -sin renunciar a los principios-, si se tiene certeza que ello redundará en una mejor defensa y fortalecerá el objetivo común de los pueblos.
Lo anterior requiere que el líder o lideresa sea pragmático, demuestre que conoce los datos, hechos y condiciones, de tal suerte que sus decisiones sean manifestación de que se comprenden las necesidades de personas a las que por supuesto nunca debe prometérseles nada. Estas últimas deben saber y percibir que son escuchadas y, por ende, sentir confianza respecto de que la conducta del líder obedece a que las problemáticas de la población son consideradas.
Se reconoce en la primera mujer en ocupar la Cancillería alemana su enorme capacidad de escuchar, su permanente actitud de análisis sistemático -probablemente adquirida de su profesión como física-, pero también su sencillez, equilibrio y sensatez.
Fueron criticadas algunas decisiones, como las que con espíritu humanitario adoptó al recibir en territorio alemán a cientos de migrantes provenientes de Irak y Siria. Siendo difícil su integración y habiendo generado reacciones violentas, Merkel defendió su posición, tal vez porque sabía que una “unificación” nunca es fácil pero sí conveniente. Recuérdese que, siendo originaria de Alemania Oriental, su vida pública comenzó cuando cayó el Muro de Berlín, razón por la cual conoció de primera mano y al lado de Helmuth Kohl, el proceso de reunificación.
Lideró a la comunidad internacional para sancionar económicamente a Rusia cuando ésta se anexó a Crimea, generándole críticas por la afectación que ello tendría sobre intereses comerciales de Alemania.
Gracias a su gestión y visión, la Unión Europea (UE) superó la crisis que enfrentó Grecia arriesgando a la región. Se reconoce, igualmente, su audaz decisión de crear un fondo de recuperación para respaldar la deuda de Estados más pobres de la UE, todo en medio de la pandemia mundial.
Estas decisiones demuestran su convicción acerca de que el mejor servicio se presta cuando las decisiones se toman en función de que todos los actores estén lo mejor posible y no para “salvarse” como nación; considerando que existe una comunidad internacional vital para los intereses nacionales.
Así, sin populismo, demagogia, odio o violencia, se llega, después de 16 años en el poder, a ser reconocida como la mujer más poderosa del mundo, quien decide ahora dar paso a otros y que con humildad, dignidad y sabiduría entiende que es momento para la vida personal y familiar.
Por @cdangond