Según el “Mapa Mundial de la Familia” realizado por el Child Trends Institute, Colombia es el país con uno de los más altos índices de hijos viviendo en lo que hoy se denominan familias extensas, es decir, familias ampliadas donde los hijos no necesariamente viven con sus padres, sino que habitan con uno de ellos o sin ellos, en una cifra que hoy alcanza cerca del 49% de nuestra juventud.
Las mujeres -dice el estudio- no esperan casarse, por lo cual los hogares unipersonales aumentan. En la más visible trampa de la pobreza, el “madresolterismo” abunda, y la figura del padre en la familia parece no tener ya importancia en nuestra sociedad. Los hogares monoparentales son hoy columnas débiles de la sociedad. En consecuencia, el retraso escolar aumentará en Colombia no solo por la pandemia, y la convivencia dará paso a una sociedad de individuos aislados predispuestos a incurrir en conductas antisociales.
Es que como lo demuestran estudios realizados en países como Inglaterra y España (y otros realizándose en Colombia), la ausencia del padre en las familias tiene consecuencias para la formación personal del menor, para su entorno familiar y, claro, también para la sociedad. Además de enseñarle a controlar sus impulsos, es el padre quien suple la necesidad de límites y provee la ayuda para el desarrollo de la empatía.
En su obra “Paternidad robada”, la investigadora María Calvo recuerda que es el padre quien “civiliza” a los varones, que, por ejemplo, son mayoría entre los vándalos de las protestas sociales. “Algunos estudios sugieren que la función paterna tiene una influencia crítica en la instauración y desarrollo de la capacidad de controlar los impulsos en general y el impulso agresivo en particular”; capacidad que, recuerda Calvo, necesitan las personas para poder funcionar dentro de la ley.
Junto con la enseñanza del autocontrol, el padre influye en que el hijo aprenda a “ponerse en los zapatos” del otro; a sentir como propio el sufrimiento de otra persona y a tratar, por tanto, de evitárselo. La especialista cita una investigación realizada a lo largo de más de dos décadas en EE.UU. con 75 individuos, desde su infancia: una vez adultos (31 años), los niveles de empatía de los muestreados aparecían fuertemente relacionados con, entre otros factores, la participación de la figura paterna en su educación y crianza.
Son varios los estudios que señalan el papel decisivo del padre para evitar la inclinación antisocial del hijo, especialmente del varón. Por ejemplo, “The Importance of Father Love: History and Contemporary” de Rohner y Veneziano quienes constatan el efecto que ejerce la presencia de un progenitor varón afectuoso en el desarrollo de la autoestima de los hijos y en la asunción por parte de estos de determinados valores. Una paternidad positiva “puede ser un factor protector contra el desarrollo de comportamientos inadaptados y de una autopercepción negativa”.
Así pues, hay más motivos para apoyar la Consulta Popular “Primero la Familia” aún en trámites burocráticos.