“Se está montando el gobierno de los jueces”
El hombre supera infinitamente al hombre, decía Pascal. Esta reflexión sirve de paraguas ante las noticias de los avances peligrosos de la tecnología disruptiva. El ultimo “thriller” de Dan Brown se armó sobre el secreto del origen de la humanidad que, condimentado con el fanatismo religioso, reta al profesor Langdon a conjurar la incógnita amenaza guiado por una inteligencia inasible y asombrosa pero, afortunadamente, de vida efímera. Desde Platón, hasta Darwin y Orwel, han sido planteadas utopías sobre sociedades ideales ordenadas por una razón superior o gobernada por los sabios de la tribu.
Ahora el gran cronista de la historia humana y augur de nuestro tiempo, Yuval Harari, advierte que el sistema demoliberal está amenazado por el caudal de conocimiento que es capaz de almacenar y utilizar la inteligencia artificial. Sin atreverme a controvertir en un debate de tan altos quilates, solo anoto que se está desconsiderando el formidable espíritu libertario del “homo sapiens”. Pienso, más bien, que estamos ante una variable de la eterna pretensión de la tecnocracia de sustituir a la política. Por eso, apuesto mis escasos haberes a la supervivencia del más joven de los sistemas de gobierno: la democracia occidental.
Por cierto, en las democracias europeas los partidos todos tienen derecho a estar representados, en la misma proporción de las Cámaras Legislativas, en tres escenarios: sistema electoral, vigilancia de medios de comunicación y carrera administrativa. Es que la política no tiene por qué ceder los espacios que le corresponden. En Colombia se debe corregir de un tajo el error de los constituyentes del 91 de darle funciones electorales a la Rama Judicial. Pero, a pesar del consenso sobre el particular, se anuncia en el proyecto de reforma política la creación de un Tribunal Electoral. Y, en la reforma a la justicia, se mantiene la elección del Registrador Nacional por las Cortes. Es decir, la democracia colombiana en manos de la Rama Judicial. ¡Qué peligro!
Se dirá que el Tribunal Electoral no haría parte de esa Rama. Es un distingo inane. La realidad indica que desde la política se está montando el gobierno de los jueces. Esta es, apenas, unas de las tantas singularidades perversas de la política nacional. Veamos otras: a) la Circunscripción Nacional para Senado, que ha conducido a la ilegitimidad de la representación, a diez departamentos sin senador y que impedirá la democracia interna de los partidos, por cuanto parecen imposibles consultas internas a nivel nacional para organizar las listas de candidatos; b) el llamado “fast track” que dio lugar, único caso en el mundo, a que el Congreso renunciara a su obligación esencial de discutir, de deliberar; y c) la propuesta de un límite de tres periodos en los cuerpos colegiados. Se atenta así contra el valor de la experiencia y contra el ejercicio valioso de la profesión política. Es la antipolítica reinando en la casa de la política: el Congreso Nacional. Los peligros para la democracia no surgirían, pues, de las dictaduras digitales. Surgen de las inadvertencias del “zoon politikon”. Tampoco creo en la irrelevancia del individuo frente a los algoritmos, como postula Harari ¿Fue irrelevante la marcha de la juventud por más presupuesto para la Universidad colombiana?