No podía dejar pasar inadvertida la noticia de las primeras e impresionantes imágenes sobre el universo que ha emitido el telescopio James Webb, de mayor resolución que el mítico Hubble, con imagen infrarroja, y que costó la friolera de 10 mil millones de dólares, suma que no cabe en mi calculadora y si cupiera, tampoco la entendería. La inversión ya está salvada, pues nos ha revelado estrellas moribundas, una nebulosa fábrica de ellas, cómo se conforman las galaxias, el material cósmico escondido en los agujeros negros…
Todo apunta a dar pasos firmes para poder descubrir el origen del cosmos, rastreando el momento exacto del Big Bang que, dicen, se remonta a 13.700 millones de años, cuando se estima que nació el universo y por allí debe estar el rastro de Dios, en quien creían Copérnico, Descartes, Faraday, Newton, Galilei, Kepler, Von Braun, y del que renegaban Carl Sagan (“No hay nada que tenga que hacer un Creador”), Stephen Hawking ("No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y darle inicio al Universo") y otros tantos porque, en cambio, Einstein era relativamente ateo, por la gracia de Yahvé.
Qué curioso. Mientras los científicos se acercan al descubrimiento del origen del universo y, quizás, de la vida, los políticos– léase quienes manejan los destinos de las naciones- nos acercan al fin del planeta tierra -en el que nos metió el Génesis- por vía de su destrucción sistemática, a punta de guerras y de malas prácticas que arrasan con el medio ambiente. Porque, además, lograr un perfecto equilibrio entre el desarrollo económico y la preservación del ecosistema nos ha costado un ojo de la cara.
A más cemento, menos seres vivos, pero hay que saber que el hombre (y la mujer) es el rey de la naturaleza, lo dice el Génesis: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, sojuzgadla, señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. Ello, claro, sin desbocarse ni atropellar injusta e indiscriminadamente a todo cuanto se mueva, porque para ello sería que el Señor nos dotó de inteligencia. Hay que acelerar el desarrollo, pero con el freno de la ecología puesto en las manos, pues el hecho de yo ser rey de la naturaleza no me convierte en tirano, ni menos en el Rey del Universo, que es Dios solo.
Post-it 1. Como la ignorancia es atrevida, de Plinio Apuleyo (para cuyo bautizo sus padres debieron valerse de la anestesia o de Cayo Plinio Segundo, escritor y militar romano del siglo I) sólo había leído sus excelentes crónicas y notas de prensa, hasta ahora, que ando metido en sus “Años de Fuga”, novela que más parece un relato de sus tiempos juveniles, cuando los muchachos se embriagaban con el comunismo y veían en el Che Guevara a su héroe terrenal, andanzas superadas, por fortuna. Remembranzas del viejo París. Me quito el sobrero ante su pluma soberbia.
Post-it 2. Se siente uno orgulloso de ser colombiano al ver jugar a nuestras futbolistas, de excelente presentación en la Copa América. Y más orgulloso al saber que nuestra fabulosa portera, Catalina Pérez Jaramillo, jugadora de primera, es mi prima tercera. ¡Ánimo, Superchicas!