El presidente Macron en Francia se reúne con sus ministros y, luego con los dirigentes de las fuerzas políticas representadas en la asamblea para encontrar salidas a la situación que están viviendo. Aunque Macron fue recientemente reelegido no cuenta con mayoría parlamentaria y ya se habla de su presidencia como si estuviera en el último año de su segundo quinquenio.
En España vemos como el resultado de las últimas elecciones tiene todavía en vilo el importantísimo tema de quién gobernará. Porque el actual gobierno no cuenta con mayoría y el alternativo, representado por el Partido Popular, tampoco. Ya han pasado varias semanas. En días anteriores el Rey cumplió con el deber de encargar a uno de los contrincantes del partido de Oposición, de conformar un gobierno. Eso, en un régimen parlamentario, quiere decir construir una mayoría en el parlamento que le permita gobernar. Tiene que construir consensos y para ello le faltan siete votos. ¿Acaso fácil? Está en juego la integridad geográfica de España.
Si el candidato de la oposición fracasa, el Rey le encargará esta misión al actual Presidente. Y si éste fracasa, habría que convocar nuevas elecciones en la esperanza de que los resultados electorales definan esa mayoría parlamentaria. Complejo. Es el arte de gobernar que busca que en la sociedad haya armonía y ojalá consensos y se pueda marchar hacia adelante en la difícil tarea de edificar bienestar general.
El presidente Petro desechó olímpicamente el consenso. Diría que como se hizo se deshizo. Carecía de reglas, no tenía una agenda compartida, no tenía un asentimiento sobre la participación en el gobierno de las fuerzas que le garantizaban una amplia mayoría en el Congreso. Todo era de no creer. Anunciar una coalición para constituir un gobierno mayoritario sin haber elaborado el trabajo complejo, muy complejo, de identificar las áreas de consenso y de disenso y los procedimientos. Y de no creer, también, la forma como desapareció. Y, no obstante, el jefe del Partido Liberal se preguntó públicamente ¿Cuál coalición? Y más interesante aún, su partido continúa como partido de gobierno...
Ojalá aprendamos algo de los procesos que se están llevando a cabo en Francia y en España ya que mirar a la historia, aún la más reciente, ¡¡¡nos parece imposible!!! Es que no miramos ni la nuestra… y tal vez por eso no se enseña desde el gobierno de Belisario Betancur. Nuestra historia está plagada de acuerdos nacionales de diversa naturaleza. ¡Cómo que no nos hemos enterado!
Gobernar en minoría implica confrontar, apelar a una retórica radical, intimidar, amenazar. Acordar para asegurar una gobernabilidad democrática implica una retórica de colaboración, de armonía, de mutuo aprecio, y ello con respecto al presente y al pasado. El gobierno sabe que no tiene la mayoría para imponer su programa y sabe también, que se reconoce que representa un sector importante de la población que demanda reformas, más justicia social, más igualdad.
¿Acaso habrá que esperar el resultado de las elecciones de octubre para saber hacia qué lado se inclina la opinión pública?
En esencia, el desencuentro que hace difícil, casi imposible, llegar a un consenso es sobre el papel del Estado y el papel del sector empresarial y de los ciudadanos en el gobierno de la sociedad. Aquí no ganó una revolución marxista ni un movimiento guerrillero como en Cuba, Petro ganó la presidencia y tan sólo eso, y no el Congreso, ni las Alcaldías ni las Gobernaciones etc., un exguerrillero que lleva treinta años compitiendo dentro de las reglas de la democracia, ganando y perdiendo.