Moisés Naim (El Tiempo 2-6-19) insiste en que las propuestas de cambio del modelo capitalista vienen del propio mundo de magnates como Ray Dalio, fundador de Bridgewter y Jamie Dimon, del JP Morgan Chase. Es un motivo más que acrecienta la incertidumbre en que se debate el siglo XXI. La solidaridad ha ido despareciendo ante la ola de inmigrantes y el aumento de la desigualdad. La juventud europea no ha podido recuperar el estado de bienestar del que gozaron sus padres, y es presa de populismos de todas las tendencias. Por eso, los partidos tradicionales fueron derrotados en las elecciones comunitarias del viejo continente. No tuvieron respuesta para los problemas de la sociedad contemporánea, como el cambio climático, por ejemplo. La verdad es que no hemos salido de la crisis financiara del 2008.
En nuestro subcontinente, la ola populista que llevó al poder a Lula y a Chávez se fue por el despeñadero de la corrupción y la dictadura. Venezuela es otra prueba de que el sistema de producción marxista no funciona. Ha sido tal el fracaso del Socialismo del Siglo XXI que lo condujo a lo que el historiador italiano Enzo Traverso llama “la melancolía de la izquierda”. Eso resume el drama de no producir esperanza.
Por otra parte, es evidente el escepticismo de los pueblos. Se ha ido perdiendo la fe en la democracia mientras que la pobreza, luego de un ciclo de disminución, ha empezado nuevamente a extenderse. Hay que agregar que el crecimiento de Estados Unidos ha estado acompañado de más desigualdad y, para colmo, el país de la libertad y el progreso, cierra las fronteras y practica un neo-aislacionismo insensato. Las filas de centroamericanos escalando muros y enfrentando la soldadesca de Trump reflejan la desesperación de las masas.
¿Los cambios en el capitalismo pueden ser la respuesta a la sociedad desconcertada de nuestro tiempo? ¿En qué dirección van los cambios? No se sabe, los magnates no han concretado sus propuestas. Lo cierto es que la mano invisible del mercado se paralizó ante la acumulación de capital. Las nuevas tecnologías están incrementando el desempleo. La llegada cierta de la inteligencia artificial ya no es parte de la solución si no parte de la amenaza. Entonces, ¿cuál es el camino para recuperar la armonía social cuando hay hastío de marginalidad y confrontación? De pronto es mejor volver a lo simple: necesitamos más Estado, no menos Estado, como reza el credo neoliberal. Y ese Estado, erigido por la democracia representativa, tiene que liberarse de las ataduras del capitalismo salvaje que lo circundó de corrupción y privilegios para las elites.
Se necesita volver al Estado austero que abra las puertas para que de las ganancias de la empresa, también participe, en alguna proporción, el trabajador. Si defendemos con toda convicción las virtudes de la propiedad privada lo que corresponde es difundirla, no concentrarla en pocas manos. Caminemos hacia una democracia de ciudadanos responsables y libres. Se garantizaría una legítima representación. Es más, contra lo afirmado por algunos politólogos, no ha fallado la representación. Han fallado los representantes. Entre otras cosas, porque no tienen suficiente libertad. Es que muchos dependen del capital…