La pacificación atascada
Pese a todas las realizaciones que han tenido lugar, es un diciente síntoma de incompetencia del Estado colombiano, especialmente de los gobiernos que lo han dirigido desde los ochentas, el hecho de que no tengamos paz dentro de nuestras fronteras. Si desde el siglo XVII los estados-nación surgieron primordialmente para que proveyendo seguridad y justicia pudiesen mantener al menos la paz dentro de sus fronteras, ¿qué pensar de la eficiencia del Estado colombiano?¿De la de sus clases dirigentes?
Ahora bien, para terminar el conflicto armado con las guerrillas se requiere -no solo pero sí de manera privilegiada- voluntad política tanto en el Gobierno como en los dirigentes guerrilleros. Y esa voluntad debe ser ambientada en un entorno político coherente para que se pueda expresar de manera inequívoca. Es más, si realmente se quiere caminar en una dirección pacificante las grandes operaciones militares -por el momento político en que se ejecutan, los medios que se emplean y los resultados que arrojan- deben dejar el mensaje de “queremos avanzar hacia la paz”. Y el mensaje debe llegar tanto al oponente como a la opinión pública en general. De lo contrario el objetivo de la guerra se torna en la guerra misma y tendríamos frente a nosotros no una guerra sino un asunto sin sentido y sin objeto, una estupidez.
¿Se está teniendo en mente lo anterior en la toma de decisiones gubernamentales relacionadas con el conflicto armado? Todo parece indicar que no. Para corroborarlo démosle una mirada a lo acontecido en el último mes.
Casi en simultánea mueren 11 militares en Arauca por acción de las Farc y estas comunican la aprobación de los protocolos de seguridad para la liberación de los diez militares y policías en su poder (poco antes también se habían comprometido a no seguir con la práctica del secuestro extorsivo) y plantean la necesidad de que el Gobierno autorice al grupo de mujeres internacionales visitar las cárceles para constatar la situación de derechos humanos de los “presos políticos”.
Pocos días después y también en Arauca las FF.MM. realizan una clásica operación de contragolpe en la que mueren 33 guerrilleros del frente al que pertenecían los autores de la muerte de los 11 militares. Sin embargo, y pese a la oportunidad política, los mandos militares afirmaron públicamente que no se trató de un contragolpe sino del resultado de una operación que venía de tiempo atrás.
Luego las FF.MM. realizan otra operación en el Meta en la que mueren 36 guerrilleros, incluyendo al menos la mitad de mandos medios mientras se encontraban en el tercer mes de un curso que duraba seis, según declaraciones de un herido. El día 26 de marzo para informar sobre dicha operación en la versión para Ipad, El Tiempo tituló su artículo así: “10 toneladas de bombas se usaron para segundo gran golpe a Farc”. Y mientras tanto siguen los preparativos para la entrega unilateral, por parte de las Farc, de los secuestrados en combate.