Carlos Alfonso Velásquez | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Junio de 2016
Discriminación de otros “trans”
 
HOY día hay frases que pese a lo absurdas hacen carrera. Así, a propósito de la transexualidad, se habla de personas que no se reconocen o rechazan “el sexo que se les asignó en el nacimiento”. Lo de “sexo asignado” sugiere la arbitrariedad de unos padres o el despiste de un médico que no se dio cuenta de lo que el bebé tenía entre las piernas. Pero evidentemente el sexo no se asigna, sencillamente se reconoce.
 
Otra cuestión es que alguien no se reconozca en el género que corresponde a su sexo biológico, lo que hasta ahora se consideraba un trastorno denominado disforia de género. Pero, según los nuevos cánones antidiscriminación, diga lo que diga la biología, hay que reconocer el género con el que una persona se identifica y negar esta posibilidad de cambio sería violar un derecho fundamental.
 
Pero si en esta cuestión la última palabra no la tiene la biología sino la “autonomía”, no se entiende por qué la capacidad de ser “trans” debe reducirse solo a lo sexual. Al nacer todo se nos impone: no elegimos nuestros padres, ni el lugar del nacimiento, ni el sexo, ni la nacionalidad, ni la raza, ni nuestras características físicas; nuestro nombre, nuestra lengua, nuestra religión y nuestra crianza dependen de decisiones paternas, al menos hasta la mayoría de edad.
 
Sin embargo, la experiencia nos muestra que muchos no están contentos con algunas de las características que se les “asignaron” desde el nacimiento. Con la misma obstinación con que algunos adolescentes piden un tratamiento hormonal para el cambio de sexo, otros pedirían un cambio de padres pues no se entienden con los suyos. Si la biología no cuenta para el género, ¿por qué va a contar para la filiación?
 
Y respecto al “libre desarrollo de la personalidad” ¿hay algo más injusto que quedar condicionados por el país del nacimiento? Muchos latinoamericanos, que huyen de la pobreza y de la violencia del país que les fue “asignado”, quieren que se reconozca su derecho a vivir en EE.UU. donde se sienten mejor. ¿Por qué no se reconoce su derecho a instalarse en EE.UU. igual que un “trans” exige entrar en el baño de damas Obviamente, para el “transnacional” latinoamericano no poder permanecer en EE.UU. causa un sufrimiento mucho mayor que el del “trans” impedido de elegir baño en Carolina del Norte. No obstante, la misma administración Obama que amenaza con suspender la financiación a las escuelas que no atiendan los deseos del alumno transexual, sigue deportando latinoamericanos que se sienten transnacionales.
 
¡Coherencia! si se acepta el no dejarse condicionar por lo que se “asignó” en el nacimiento, se debería aceptar también los derechos de otros “trans”, atrapados en una nacionalidad en la que no se reconocen.