CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Diciembre de 2011

Se requiere un alto Comisionado para la Paz

“Es posible tener una Colombia en paz, una Colombia sin guerrilla, ¡y lo vamos a demostrar! por la razón o por la fuerza”.

Así cerró el presidente Santos su discurso de posesión hace casi año y medio. En esa ocasión asumió su postura respecto a la conducción político - estratégica que como Jefe de Estado le corresponde en un país inmerso en el conflicto armado interno más longevo del mundo. También en esa intervención implícitamente dijo que las condiciones para negociar la terminación del conflicto no estaban dadas, por esto se abstuvo de designar el Alto Comisionado para la Paz, cargo que venía funcionando desde el gobierno Betancur.

En los 16 que han transcurrido desde entonces ha habido una alta dosis de  intercambios político - violentos entre el Gobierno y las guerrillas en los que ambos actores han expresado, directa o indirectamente, su deseo de negociar la terminación de la guerra, sin dejar de mencionar el desgastado término Paz. Pero al mirar objetivamente la realidad de la confrontación, bien cabe el adagio popular “del dicho al hecho hay mucho trecho”.

Es más, en los últimos intercambios se observa que el trecho sigue siendo mucho. Las Farc publican una carta dirigida a “las mediadoras internacionales” (no al Gobierno) en la que, refiriéndose a la muerte de los cuatro miembros de la Fuerza Pública que tuvieron como rehenes, pretenden responsabilizar al Gobierno por haber decidido “un intento desesperado por rescatarlos” y la rematan con una confusa propuesta de entrega unilateral. A su turno el Presidente responde: “mandan muchos mensajes pero no dan demostraciones reales de querer llegar a algún tipo de acuerdo, de querer llegar a la paz”. Además expresó que con ellos se está aplicando la estrategia de “la zanahoria y el garrote”, una re-edición de aquel “por la razón o por la fuerza”. Y las Farc se devuelven escribiendo “…porque cualquier acuerdo humanitario puede abrir las puertas a un diálogo por la paz en Colombia”.

El punto a destacar es que ninguno de los actores ha logrado encontrar el resquicio por donde el propósito de avanzar hacia la paz se pueda cristalizar. Y pese a resonantes golpes militares como aquellos en que murieron a. el Mono Jojoy y a. Alfonso Cano, el conflicto armado colombiano se muestra estancado desde la perspectiva de su terminación.

Ahora bien, a una negociación política con posibilidades de un buen final no se llega esperando que la dinámica de la guerra construya las condiciones adecuadas. Es indispensable una labor creativa para, sin necesidad de decirlo, lograr una previa ambientación de la negociación. Logro este que hoy día se constituye en uno de los principales retos para el Gobierno dado el grado de polarización y desinformación de amplios sectores de la sociedad respecto a la situación del conflicto. Es para esta tarea que el Presidente requiere un Alto Comisionado para la Paz, quien no se designaría para negociar sino para ambientar una posible negociación.