El primero de junio de 1533 se fundó Cartagena de Poniente, llamada luego Cartagena de Indias, “para distinguirla de Cartagena de Levante, en España, sobre el mar Mediterráneo”. Su fundador, Don Pedro de Heredia, encontró en Calamarí el sitio que buscaba con afán y que le había valido enfrentamientos con los indios Yurbacos y otras tribus. Dice Lemaitre, que Heredia recibió de los Cipaguas dos piezas de orfebrería: un puerco espín de oro macizo que pesaba más de 5 arrobas, y 8 patos de oro que pesaban otro tanto. Esas guerras y dádivas fueron como premoniciones de las duras hazañas que a través de 500 años se han vivido en esa ciudad de leyenda.
Honrar las efemérides es un desafío inquietante para los cartageneros y para el gobierno nacional. Deberán esforzarse para estar a la altura de semejante caudal de historia. Hay huellas en sus calles, murallas y barriadas, tanto del drama de la esclavitud como del esplendor de la Cartagena Virreinal, cuando la ciudad “fue por muchos años la verdadera capital del Nuevo Reino de Granada”. Sí, hay huellas tanto de los sacrificios por la Independencia, que le valieron para siempre el título de Ciudad Heroica, como de la decadencia en la era Republicana, de la que apenas empieza a reponerse a pesar de una dirigencia gremial pacata y de una dirigencia política enredada en la corrupción y politiquería, que le ha restado presencia en el escenario nacional.
Pero el reto comienza a responderse: propiciado por la vicepresidenta M. L. Ramírez, supervisora de la administración de Pedrito Pereira, y con gran participación ciudadana, se ha lanzado el “Pacto por Cartagena de Indias, que con acierto intenta articular las cuatro realidades de la ciudad, a saber: la Cartagena, Patrimonio Histórico de la Humanidad; la Turística; la Industrial y Productiva, y la Cartagena Marginal, a la que debe dársele prioridad, incorporando el programa diseñado con la orientación de Adolfo Meisel, según el cual, cito de memoria, con 350 millones de dólares se superaría la pobreza extrema en el 2033.
Detrás de la amplia convocatoria que el Pacto propone alienta la necesidad del rescate del poder político, sin el cual las propuestas podrían ser cantos de sirenas. El ambiente es propicio. Se observa en la ciudadanía un hastío del presente. En el solaz de los festivales, foros y congresos. En las playas y bajo las palmeras. En el Parque de Bolívar y en el Portal de los Dulces, en el Pozón y en el Cabrero. En el susurro de las agradables brisas del atardecer o releyendo El Malecón. En los cafés y en las amistosas mesas de dominó, brotan las ansias de vivir de nuevo en la Cartagena procera y noble que todos los colombianos adoramos.
Ese cambio requiere determinación y realismo político. Requiere candidaturas a la Alcaldía. Suena mucho Fernando Araujo Perdomo, líder ejemplar y trabajador infatigable. Si logra que sus mensajes sean entendidos por los electores y arma las alianzas que toda justa electoral exige, podría recibir el puerco espín dorado como legado de Don Pedro de Heredia. Desde acá le deseamos: ¡Buena Suerte!