Si bien en los niveles de consciencia de primer grado, aquellos que se niegan y excluyen mutuamente, la centropía es más evidente, en los de segundo grado también se puede manifestar…¡Hasta los ángeles más cercanos a Dios cayeron!
La escala de Clare Graves plantea que después de los seis primeros niveles de consciencia se da una especie de salto cuántico a dos estadios más avanzados: el integrador y el holístico. Incluso, Ken Wilber plantea otros niveles ulteriores, como atisbos de lo que estamos llamados a alcanzar. De momento, me enfoco en el integrador. En este nivel se pueden reconocer todos los anteriores, lo cual significa que cuando llegamos a él podemos identificar lo que tenemos de arcaico-instintivo, mágico-mítico, dioses de poder, orden místico, lógico y ecológico, que siguen estando presentes en nosotros. La idea es registrarlos, para integrarlos y trascenderlos, lo cual conlleva la reducción de los niveles de entropía e implica el desarrollo de la auto-observación continua, sin juicio, en camino hacia el amor incondicional.
El nivel integrador no solo nos permite juntar todas nuestras piezas, considerar todo lo que nos ha sucedido en la vida desde una perspectiva de aprendizaje, sino que nos posibilita también comprender a los demás en el nivel de consciencia en el que estén, pues además de que nosotros mismos también hemos habitado esos estadios, por la tendencia a la entropía que atravesamos es posible volver a vivirlos. En un arrebato de ira podemos llegar a usar mal nuestra fuerza, como en dioses de poder; desde una excitación instintiva podemos perder toda racionalidad y dejarnos arrastrar por pasiones nocivas; desde las éticas normativa, lógica y ecológica podemos ser implacables con el error ajeno y perder de vista toda compasión, no porque no debamos reconocer los errores y asumir las consecuencias, sino porque nos podemos ensañar con el actuar del otro, sin entender que cada acción es fruto de un nivel de consciencia y que todos estamos en la misma escuela, como iguales en medio de experiencias diferentes. La no comprensión de ello conduce inevitablemente a la entropía.
La integración permite hacer síntesis, ir más allá de la segmentación a la que estamos acostumbrados y poder reconocernos a nosotros mismos, a los demás y a la creación entera como totalidades. Al abrazar nuestras sombras con nuestras luces nos aproximamos a la totalidad. Cuando abrazamos las sombras ajenas con nuestras luces desarrollamos niveles de centropía. Entre más nos aceptemos a nosotros y a los otros, más transitaremos hacia la plenitud del amor como fuerza, hacia el desarrollo conjunto de niveles de centropía. Pero no podemos solos: necesitamos la guía divina para intentarlo cada día y equivocarnos hasta que lo logremos…¡Es posible!