El atentado terrorista del sábado en el Centro Andino de Bogotá tiene a Colombia de luto, les quitó la vida a tres jóvenes mujeres y dejó una decena de heridos. Este terrible atentado ha revivido el dolor y las imágenes del terrorismo del narcotráfico de los años 90 en la capital. Nuevamente los bogotanos sentimos miedo de salir a la calle, vemos amenazada la seguridad de nuestras familias. Y la ciudad, que no suele padecer la violencia, recuerda que también es vulnerable.
El ataque iba dirigido a asesinar niños y mujeres. En la víspera del día del padre, las mamás van con sus hijos a los centros comerciales a comprar regalos, la carga explosiva fue detonada en el baño de mujeres y niños, el día y a la hora de mayor concurrencia del comercio, justo cuando miles de niños han salido a vacaciones. La sevicia de los asesinos no requiere más pruebas.
El objetivo del terrorismo no son sus víctimas directas, es toda la sociedad, para doblegarla a través del pánico, para hacerla sentir frágil y vulnerable. El terrorismo es una amenaza colectiva, que pretende intimidar a toda la sociedad, para obtener concesiones políticas o económicas a través del chantaje. El terrorismo es efectivo si con las bombas logran obtener lo que pretenden, el terrorismo es efectivo si la sociedad y las autoridades se doblegan ante él y acceden a negociar con los violentos.
Es cierto que las críticas y el pánico, a través de las redes sociales y los medios de comunicación, se convierten en un amplificador de la onda expansiva de las bombas. Entre más personas sean intimidadas mayor es la efectividad, pero no es una opción no decir nada. Ser tolerantes con los violentos es parte de su triunfo, eso los hace más fuertes, los justifica.
Cuando se accede a negociar con los violentos, justificando sus métodos en la aparente nobleza de su causa, si se les perdona el medio en virtud del altruismo que persiguen, el terrorismo adquiere valor y se vuelve efectivo. Cuando hay impunidad para el violento, sin importar lo atroces que hayan sido sus actos, la justicia y la autoridad pierden su carácter persuasor. Cuando hay impunidad para el victimario, se vulnera el derecho de las víctimas a la no repetición.
Si no nos doblegamos, si nos volvemos intransigentes con el terrorismo, las bombas pierden la capacidad de hacer daño, se vuelven inocuas y desaparecen. Colombia necesita un pacto de cero tolerancia con el terrorismo. Si acordamos no negociar con quienes acuden a la violencia como chantaje, tendrán que renunciar a ella si quieren ser escuchados. No importa cuál sea su causa, por más nobles que sean las intenciones, la violencia tiene que dejar de ser un método válido.
Ojalá los asesinos del Andino no terminen en manos de la Jurisdicción Especial para la Paz, ojalá entendamos que a los violentos se les responde con justicia y con la mano dura de la autoridad. Cuando ese consenso no se alcanza, el terrorismo es efectivo y divide a la sociedad. Por respeto a las víctimas y para protegernos como sociedad, tenemos que lograr un acuerdo de cero tolerancia con el terrorismo. La vida de estas tres mujeres y el dolor de sus familias deben ser un símbolo que nos una en esta lucha.
@SHOYOS