Definitivamente la propuesta de acabar el Escuadrón Móvil Antidisturbios, Esmad, está cayendo en terreno árido. Desde el nacimiento mismo de la idea en la mesa de negociones de La Habana, la falta tino y don de oportunidad para una propuesta de ese calibre y no fue una salida inteligente por los tiempos de modo y lugar. Hoy las cosas cambiaron, son muchos los conceptos encontrados y distantes los puntos de vista. Escuchamos argumentos de toda clase y manifestaciones de apoyo o condena que toman fuerza de acuerdo al operativo y lo atinado del procedimiento, que varía con arreglo a las circunstancias que lo rodean.
El debate lleva varios días pero el tiempo se ha encargado de hacer entender a los enemigos del grupo lo importante de su presencia en determinados momentos, al punto de ponerlos a evaluar cuál sería el plan B en caso definirse su desaparición y verse el gobierno obligado a encarar una protesta social, salida de límites e invadida por agitadores profesionales, escenas que ya hemos vivido en diferentes regiones del país.
Sacar el ejército sería una locura, responsabilizar la policía del control sin tener los medios ni el personal, otro desatino; no encarar la situación sería funesto para el Gobierno y las autoridades. ¿Total, qué hacer? Contar con una unidad formada, capacitada, entrenada y equipada para enfrentar estas manifestaciones, que no siempre viene de protestas sociales, sino de múltiples motivos de orden público, catástrofes, alteraciones deportivas, invasiones de tierras…en fin, nos haríamos interminables.
En otra columna me refería a la historia del escuadrón, que no fue de generación espontánea, sino el resultado de un desarrollo paulatino ante el crecimiento de las ciudades y la presencia de movimientos o actividades multitudinarias de todo tipo, que generaron matices de violencia, anarquía y alboroto, trayendo aciagas consecuencias para la tranquilidad y el orden.
Este tema tan de moda con ribetes políticos y estrategias sesgadas, no puede continuar desgastando al Congreso, la sociedad y el Gobierno. El mundo tiene claridad de que las alteraciones del orden público son de diferente decisión y motivo, las que deben ser controladas por hombres preparados, ejercitados y equipados de la mejor forma, quienes están en la obligación profesional de atender estas perturbaciones con el debido procedimiento contemplado en manuales y reglamentos, a los que se acogen todos los servidores de la policía por instrucciones y honor, hasta el punto de recibir con franqueza y responsabilidad las decisiones del mando sobre excesos o defectos.
Por lo tanto es obligación de la ciudadanía, los medios de comunicación y autoridades, esperar resultados de investigaciones, sin juzgar los procedimientos efectuados en el fragor de ataques a la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Por ello, cerremos el debate al Esmad.