Entre el Presidente de la República y Claudia Nayibe, señora Alcalde de Bogotá, existen grandes diferencias de talante. El primero sólo piensa en las actuales y futuras generaciones mientras la otra, obnubilada por las próximas elecciones, ya ni ve cómo sacar partido y está aprovechando la actual emergencia sanitaria para montar sobre sus despojos su campaña, haciéndole creer a los ingenuos -que desgraciadamente son muchos- que ella, además del corbatín, es la que tiene los pantalones bien puestos, que es la líder que necesita Colombia, y la habremos de ver renunciar mucho antes de tiempo para lanzarse a la palestra electoral del 2022.
Por lo pronto, con su actitud altanera y prepotente, está barriendo con algunos principios constitucionales y legales que rigen nuestro estado de derecho, empezando por el art. 115 de la Constitución Política que -inútilmente- le recuerda que “El Presidente de la República es Jefe del Estado, Jefe del Gobierno y suprema autoridad administrativa”; el 188, que dice que “El Presidente de la República simboliza la unidad nacional”, el art. 3 del Código Administrativo, que indica que las actuaciones administrativas se desarrollarán con arreglo a los principios de la buena fe, coordinación, eficacia, celeridad, y su numeral 10 que “en virtud del principio de coordinación, las autoridades concertarán sus actividades con las de otras instancias estatales en el cumplimiento de sus cometidos…”.
Y el art. 84 señala que “Cuando un derecho o una actividad hayan sido reglamentados de manera general, las autoridades públicas no podrán establecer ni exigir permisos, licencias o requisitos adicionales para su ejercicio”, lo que parece ir en contravía de lo que está haciendo ella -y su copartidario y colega de Cali, quien hasta se inventó un pasaporte sanitario- frente al Decreto con fuerza de Ley 593 de 24 de abril de 2020, que excepciona el aislamiento preventivo obligatorio con respecto a unas actividades esenciales y a los derechos a la circulación y al trabajo de personas vinculadas a la construcción y a las manufacturas, pues al meter el palo entre las ruedas lo que pretende es demostrar cuán poderosa es.
Y le recordamos el art. 6, que manda que los servidores públicos son responsables por infringir la Constitución y las leyes y por omisión o extralimitación en el ejercicio de sus funciones; y el 315 que establece que la primera atribución de un alcalde es “Cumplir y hacer cumplir la Constitución, la ley, los decretos del gobierno…”, y la segunda, “Conservar el orden público en el municipio, de conformidad con la ley y las instrucciones y órdenes que reciba del Presidente de la República…”, sin por ello desconocer que “El Alcalde es la primera autoridad de Policía del municipio”.
Qué bueno sería que ella, por amor a Colombia, aplaque su enorme ego, respete al Primer Mandatario -quien está obrando correcta y sabiamente para superar esta pavorosa crisis- y cuando pase la tormenta entonces renuncie y siga haciendo política desde la calle, en la seguridad de que su gente del Verde le copiará fervorosamente en 2022.
Post-it. Acertijo: el economista Jeffrey Sachs lo trata de “sicópata” y el filósofo Noam Chomsky de “bufón sociópata”. ¿A qué pato se refieren?