El domingo pasado elegimos a Iván Duque como presidente de Colombia y a Marta Lucía Ramírez como vicepresidente. Votamos por la dupla.
Yo voté fundamentalmente por ella porque creo en ella y sé cómo es, ya que fui estratega de comunicaciones en su Unidad de Trabajo Legislativo en el Congreso, lo cual me permitió conocerla en profundidad.
Ella no se quedará tranquila en la banca esperando una titularidad como Yerry Mina en el Barcelona. No solo porque ese es un escenario no deseable para el país ya que presupone la ausencia definitiva del presidente, sino porque a diferencia del ídolo de Guachené, no necesita demostrar ni lo que sabe ni lo que puede lograr. Su camino ha sido largo, consistente, consecuente, coherente y comprometido. Ella será la mano derecha pero no la competencia de nuestro presidente.
No usará el cargo para recaudar adeptos, hacerse a un caudal electoral -tiene el suyo propio y el del Partido Conservador- para desmarcarse justo a tiempo con miras a 2022. Ella ayudará a recuperar las instituciones que estén desvencijadas y propiciará que la transparencia sea mucho más que la desnudez de la urna de cristal de Santos o la impudicia de las redes sociales.
No será un florero. Lo suyo no son temas de relleno sin trasfondo sino ser la copiloto del presidente de la República. No es la primera vez que es primera en algo. Así como fue la primera mujer ministro de defensa, es ahora la primera vicepresidente en este país machista gobernado por hombres y para hombres. Ella no será inferior al reto.
Con ella la equidad de género será mucho más que Ley de Cuotas, discurso de ONGs, angustia de la cooperación internacional o caballito de batalla de la izquierda o de furiosas oleadas de oportunistas indignados. Propiciará avances verdaderos y antes de cuatro años tendremos Ministerio de la Mujer. “Debemos dejar de pensar y creer que 'detrás de un hombre hay una gran mujer', las mujeres estamos hombro a hombro con ellos en igualdad de derechos. Mientras esté viva quiero ser la voz que saque adelante los derechos de las mujeres. Tan valiosos son los hombres en la sociedad como nosotras".
Será pionera. Así como creó la primera política pública de emprendimiento en América Latina, replicada por Vicente Fox en México y Ricardo Lagos de Chile que en su momento se llamó Jóvenes Emprendedores Exportadores, o propuso como Senadora la Ley del Primer Empleo, ella coordinará temas importantes para el país. “En el crecimiento económico vamos a meterle a fondo al apoyo del desarrollo empresarial, a los nuevos emprendedores, pero sobre todo a impulsar el crecimiento económico que genere millones de empleos”.
Con ella la ética dejará de ser entelequia, discurso electorero, leitmotiv de iniciativas gubernamentales o látigo de la oposición. Y aunque es una utopía en este país laxo creer que la corrupción se acabará, con ella en la vicepresidencia temblarán quienes a la manera de Turbay aboguen solo por “reducirla a sus justas proporciones”.
Y lo mejor, con ella no habrá segunda dama o mejor “viceprimera dama”, cosa bien complicada, ya que algunas esposas de vicepresidentes fueron tan ávidas de protagonismo que exigieron programitas especiales a su cargo para lograr figuración.