Hace pocos días, el gobierno de los EEUU aplicó nuevas sanciones a Cuba.
Esas decisiones, soberanas y directas, prohíben los viajes de contacto culturales y educativos de estadounidenses a Cuba (el tipo de relaciones “people to people”, tan de moda en la diplomacia pública.
Pero, sobre todo, impiden que los cruceros, yates privados y pesqueros estadounidenses atraquen en Cuba.
Muy coherentemente, el secretario de Comercio, Steve Mnuchin, explicó que se trata de una "decisión estratégica para revertir el relajamiento de las sanciones y otras restricciones al régimen cubano“. Régimen que, como es apenas obvio, juega "un papel desestabilizador en el Hemisferio Occidental".
Palabras más, palabras menos, esto lleva a determinar que,
1- Afectando sistemáticamente a un miembro de ‘la troika’ (Cuba, Nicaragua y Venezuela) se afecta a los demás. Y aun cuando el régimen de Maduro haya mostrado cierta habilidad ingeniándose métodos que, por ejemplo, le permiten seguir suministrando petróleo a la Isla, no hay duda de que las restricciones terminan conmocionando a las dictaduras.
Y eso es algo que, para ampliar aún más el radio de análisis, también están experimentando otros actores, estatales o no estatales, que desafían al sistema Occidental de seguridad, como Huawei, Norcorea, Rusia e Irán.
2- Otros países del área, y Colombia, en particular, harían bien en sumarse a estas iniciativas cortando, selectivamente, distintos tipos de nexos con tales países, de tal forma que las sanciones fuesen abrumadoras y no solo fragmentarias.
3- Si los regímenes autoritarios de Cuba y Venezuela son, por igual, auxiliadores del Eln y, por tanto, promotores del crimen transregional y el terrorismo internacional, Colombia está en mora de ampliar su estrategia (y la del Grupo de Lima), centrada hasta ahora exclusivamente en lo que hace o deja de hacer el Palacio de Miraflores.
De hecho, la candidez extrema puesta en evidencia en el comunicado de la reunión del grupo, en Lima, anunciando la invitación a Cuba para que cooperase en la búsqueda de una solución para Venezuela, resultó incoherente y bipolar, justamente porque a ninguna oveja en conflicto se le ocurriría buscar como intermediario a un lobo, y
4- En tal sentido, las relaciones de Colombia con Rusia también tendrían que verse sometidas a cuidadoso escrutinio en vez de dar lugar a suspicacias.
Suspicacias como las que surgieron cuando el canciller Lavrov sostuvo (sin desmentir aún) que dialogó con su homólogo colombiano sobre una eventual adquisición de armamento ruso por parte de Bogotá.
¿Acaso este tipo de situaciones no llevan a pensar que el gobierno Duque teme a la descertificación de Washington a fin de año y que, en consecuencia, quiere enviar desde ahora señales desafiantes (¡y disuasivas!) a la Casa Blanca aproximándose a Moscú?
¿Acaso ese tipo de suspicacias no pueden terminar afectando la confianza Duque - Trump, ya, de hecho, bastante deteriorada y, de paso, erosionando la estrategia compartida en el hemisferio para desalojar a Maduro del poder?