Con la vara que mides… | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Marzo de 2017

La filosofía popular es la más seria de todas las conclusiones y lo es porque deriva de las experiencias. La repetición de las vivencias  termina convirtiéndose en norma consentida,  porque la costumbre es fuente de seguridad del comportamiento y para no correr contingencias lo mejor y lo normal  es actuar como todos lo hacen. Por esa razón, la costumbre generalizada se vuelve regla de conducta.

 “Con la vara que mides seréis medido”, es una frase popular surgida del evangelio de San Mateo,  versículo 7: “No juzguéis para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con la que medís, os será medido”.

 Otros, más pragmáticos  enseñan que la sentencia tuvo origen en el engaño de los comerciantes, que median sus productos con “varas” recortadas y tarde que temprano tenían que aceptar comprar “con la misma medida”.

Y el tema viene a cuento a raíz del juicio  a Juan Manuel  por las deslealtades de sus colaboradores de campaña: “Prieto, Morales, Caldas y Cia Ltda”,  que como judas,  corredores de bolsa o agentes del BID,  por unos dólares, no tuvieron inconveniente en comprometer su reputación y  nombre, pues la presunción de inocencia en Colombia no existe, independientemente de que la consagre la Constitución como derecho fundamental, pues la sentencias de los periodistas priman por encima de los jueces y el Presidente ya está condenado. O sino que lo diga Ernesto Samper.

El escándalo  la  Ruta del Sol,  divulgado por doña Vicky,   del cual su original protagonista confeso es el viceministro del chalán del Ubérrimo,  García Morales,  ha salpicado la campaña del candidato Juan Manuel Santos, por la irresponsabilidad de su gerente, Roberto  Prieto (Jr),  como ocurrió en el pasado con  Fernando Botero, pero hay que seguir con la costumbre y responsabilizar al enemigo, así él sea inocente.

Cuando el escándalo del 8.000  los medios  condenaron  a Ernesto y entre los severos y fanáticos acusadores, de esa época, apareció el periodista Juan Manuel Santos Calderón, que desde su propia tribuna -el 26 de enero de 1996- invirtió la presunción y,  como el tristemente célebre coronel Ñungo, partió del predicado que sostiene que  la inocencia debe de probarse.

 

Lamentablemente el señor Presidente es ahora víctima de su propio discurso. El “Yo acuso” en boca de quienes ninguna autoridad moral tiene para señalar con el dedo a Juan Manuel, es ya una “res iudicata”,   una sentencia condenatoria que no tiene apelación. Entre tanto, los beneficiados con el fraude a la moral electoral continuarán gozando su distinción social y disfrutando las utilidades derivadas de los amañados contratos impulsados con su “lobby” y especialmente de los “peajes” que ningún ministro o parlamentario se atreve a cuestionar. ¿Por qué? “Averígüelo Vargas”. Vargas el de Tirso de Molina,  no el cesante vicepresidente antecesor  de Fouche. 

“Dime tus penas amargas; que soy Vargas y esa es razón/ que en aquesa confusión/ averigüe tu mal Vargas”