Con un dolor inmenso observamos a los venezolanos huir de la tiranía de Nicolás Maduro, cargando su cruz a cuesta. Los vemos cruzar todas las fronteras de su patria, entristecidos, hambrientos, desprovistos de dinero, ropa o calzado apropiado para su largo e incierto éxodo.
Es una cruz pesada y dolorosa. Dejan parte de su corazón, dejan su patria, su terruño, parte de su familia y tantas cosas más, que hasta ahora han sido parte de sus vidas. Van hacia un futuro incierto, amenazante. Sienten miedo, furia, vergüenza.
Son nuestros hermanos; solo verlos nos llena de lágrimas los ojos, nos alarma inmensamente. Podríamos ser nosotros.
El socialismo del siglo XXI que los ha puesto en este trance, también ha tocado a las puertas de Colombia. Igualmente pretende convencer con su endulzado y mentiroso canto de sirena. Pregona, como lo ha hecho siempre, desde cuando se llamaba comunismo, igualdad para todos, acabar con los industriales, los ricos y la clase media comerciante. Promete fin a la propiedad privada, todo para todos. Y ahí tenemos los resultados en Venezuela, Cuba, Nicaragua, (casi acaban también con Argentina) miseria y hambre para todos.
Mentiras y represión son entonces las armas de sátrapas que gobiernan, Maduro, Raúl Castro y sus válidos, Daniel Ortega y su mujer. ¿Y sus países? ¡Acabados! Destruida su infraestructura, su riqueza. Tomará décadas reconstruirlos. Fin de la libertad, fin de la democracia.
Pero los jóvenes son fáciles de convencer, son tan románticos, tan ilusos; y los pobres están tan maltrechos y tan hastiados de su pobreza y la falta de atención de sus gobiernos, que siguen a cualquiera que les pinte pajaritos de oro.
Pues vean bien lo que está ocurriendo a los que se dejaron convencer en Venezuela, ¡abran bien los ojos! Los medios del mundo entero están inundados de las más tristes imagines de hombres y mujeres, rodeados de niños y ayudando a ancianos, a cruzar fronteras, arrastrando sus corotos, armados solo con algún papel, algún documento, que los identifique.
¡Las carreteras latinoamericanas están llenas de venezolano huyendo de su patria! Vadeando ríos, cruzando paramos, montañas heladas, sin abrigo; por trochas embarradas, durmiendo en cambuches improvisados, sin protección alguna. Vean bien las horrendas imágenes de nuestros hermanos venezolanos.
Y el dictador venezolano tiene el descaro de decir que son un montaje. ¡Qué miserable! Esto dice, mientras él y su gente se llenan los bolsillos. Mientras los militares del Cartel de los Soles engordan sus cuentas bancarias en algún paraíso fiscal.
Díganos Nicolás Maduro, que hay de mentira en los más de un millón de venezolanos que ya han llegado a Colombia, en los 641,353 a Ecuador, los 414 mil a Perú, los 124,501 llegados a Chile, los 110 mil entrados a Brasil por la fronteriza población de Roraima, los 95 mil a Argentina, los 25,600 de Bolivia, los 1, 100 a Uruguay y los que han logrado pasar a Centro América o han llegar a USA. Es acaso está desesperada estampida de venezolanos una mentira.
No en vano Ecuador ha convocado a una reunión de emergencia a 13 cancilleres latinoamericanos, inclusive al venezolano, para encontrar solución a la crisis.
Y Maduro feliz; esta crisis le conviene, así sale de los más pobres, de los opositores, de los que no lo quiere. ¡Pobre Venezuela! ¡Fuera Maduro, esa es la única solución!