La indiferencia de los colombianos frente a esta institución es proverbial. Sus integrantes tienen categoría de Magistrados. Y su responsabilidad es nada menos que el mejor funcionamiento del proceso electoral que es el fundamento de la confianza en nuestra democracia. Es que no se trata solamente del tema vital para asegurar el acceso y la buena contabilidad de los votos el día de elecciones sino algo que como he dicho tantas veces viene preocupando a las autoridades de varios países, aún en democracias que creíamos consolidadas y paradigmáticas.
Me refiero al concepto de Integridad, que abarca una visión amplia del tema electoral. Conviene recordar dos ejemplos: la campaña del presidente Trump contra el proceso electoral que eligió a Biden y que ha derivado en una situación bien deplorable en la vida política de Estados Unidos. Es que Trump continúa desacreditando el sistema electoral de ese gran país y millones de ciudadanos lo acompañan en esa apreciación. Increíble. El otro ejemplo menos, mucho menos dramático, fue el de nuestras elecciones del 13 de marzo que llevaron a una denuncia de errores gravísimos en la contabilidad de los votos y que, por fortuna, se superó en pocos días con una decisión que favoreció al Pacto Histórico y se tradujo en cuatro curules adicionales. Infortunadamente eso no ocurrió en Estados Unidos. Allá, el tema sigue vigente y es un factor que afecta la vida política, ahora para las elecciones de noviembre y, luego, para las presidenciales. Tremendo.
Hubo una época en la cual una entidad similar gozó de la confianza ciudadana. Desde hace un buen tiempo no es así. Que en el primer intento no se hubieran podido elegir los Magistrados… que se hará la semana entrante… un tema en torno del cual nadie conversa. Es que en las ocasiones en las cuales se ha solicitado su actuación el resultado es decepcionante. Y sobra decir que no se interesa por los temas que le competen y cuando lo hace sus decisiones no están apropiadamente fundamentadas. Como si todo fuera perfecto. Pero sabemos que no es así, que su agenda de trabajo podría estar sobrecargada. Nada de eso se toma en cuenta. Inclusive se plantean reformas al sistema electoral sin hacer referencia a este Consejo, al tiempo que se eligen sus miembros. Nadie repara en su competencia frente a tan altos deberes. Es que de eso no se trata. Y, por eso, temas cruciales para la integridad electoral y para el buen funcionamiento de nuestra democracia no se examinan oportunamente. Un déficit protuberante en nuestra organización política. Conocido y no se remedia.
Que en el último proceso electoral hubieran existido denuncias anticipadas de la izquierda con respecto a la posibilidad de un fraude y que también desde la otra orilla se hubieran hecho denuncias similares es síntoma revelador. Finalmente, el tema desapareció. Y como que ya nadie recuerda esas denuncias.
No habla bien de nuestra democracia que existan rumores sobre malas prácticas en el sistema electoral. Tampoco ayuda que decisiones de la Sala Electoral del Consejo de Estado pasen desapercibidas no obstante los esfuerzos de divulgación muy meritorios puestos en marcha por su distinguida presidenta Rocío Araujo.
Este asunto es relevante para la salud de nuestra democracia. Requiere atención y estudio apropiados. Rigor y buenas decisiones.