“Los tiempos de la complacencia, las recompensas y el apaciguamiento quedaron atrás”
Las cuestiones con el Eln también van quedando cada día más claras.
Para empezar, el Grupo y su Gobierno-Socio solo tenían dos opciones para influir sobre la conducta del presidente Duque: firmar un preacuerdo, o no firmarlo.
Intuyeron bien que una firma destinada a presionar al nuevo Gobierno sería tan vergonzosamente evidente, como aquello de reconocer a Palestina mientras empacaban las maletas.
Adicionalmente, suscribir un documento de presión directa hubiese ocasionado un efecto bumerán idéntico al del “No” del 2 de octubre.
Por eso, prefirieron dejar el asunto al borde de la firma, como en la típica novela de suspenso, con el intrigante “continuará...” destinado a subyugar al nuevo gobernante, y siempre bajo el rótulo de que “¡la paz es una política de Estado!”.
En otras palabras, pensaron que el gobierno de la coalición del “No” iba a olvidar sus orígenes y terminaría accediendo a continuar los negociados como si se tratase de un simple “Santos 3”.
Valga recordar que cuando Santos llegó al poder, en el 2010, le impuso a la subversión cinco condiciones para dialogar.
Pocos meses más tarde, les mintió a los ciudadanos, ignoró por completo tales condiciones, convirtió a las Farc en interlocutor político válido y no paró de concederles privilegios.
En consecuencia, el Eln ha pensado que ahora podría lograr el mismo resultado en virtud de la metodología del garrote y la zanahoria: secuestrar y liberar, para inducir el diálogo.
Con un ingrediente adicional: el del chantaje, basado en el supuesto de que, si el diálogo se rompe, ellos están en capacidad de desatar tanto terror colateral que ningún gobierno en sano juicio estaría dispuesto a asumir semejante costo.
Como si fuera poco, se dan el lujo de consolidar su alianza con la(s) Farc, oxigenarse en territorio venezolano, urdir ataques desde allá, reclutar chavistas y repartirse las áreas de influencia con las bandas criminales, al mejor estilo Yalta.
Por último, pretenden sentar al nuevo Gobierno en la mítica mesa de La Habana para que les rinda explicaciones a los garantes y acompañantes escogidos por Santos; y para que, a modo de sublime estertor, les entregue a los delegados los viáticos de regreso a Táchira y a Zulia.
Lo que pasa es que, en definitiva, el contorsionismo subversivo ya no surte efecto alguno y los tiempos de la complacencia, las recompensas y el apaciguamiento quedaron bien atrás.
Y en cuanto a los viáticos y el menaje, pues que la familia Castro llame a Miraflores y se pongan en contacto Diosdado y Díaz-Canel.