Nadie puede negar la afirmación de que la existencia del Estado y la justificación de los gobiernos y autoridades que conducen a una nación se dan en razón de obtener el mayor beneficio para la población del mismo. El cumplimiento de los fines de un Estado, indistintamente del sistema político, implica que las decisiones que se adopten, populares o no, tengan por propósito proteger al pueblo y ofrecer las oportunidades para que su desarrollo se dé en las condiciones más dignas en cuanto seres humanos.
En Corea del Norte parece que estos postulados no están en la hoja de ruta del régimen actual. Inspirado en lo que consideran una interpretación propia del socialismo, el gobierno autoritario de Kim Jong-Un aparece indiferente e insensible a las necesidades de su gente.
Siendo un país que ocupa los primeros lugares en inversión militar en términos de porcentaje del PIB, oscilando en un promedio de más de 3.700 millones de dólares anuales, en términos de inversión social, en cambio, el desempeño es muy pobre. Sus habitantes tienen un muy bajo nivel de vida si se compara con los 196 países que se analizan normalmente en los rankings del PIB per cápita. Adicionalmente, al revisar el Informe de percepción de corrupción publicado por la organización Transparencia Internacional (2020), se observa que Corea del Norte está entre los países de mayor percepción en niveles de corrupción en el sector público, entre los 179 analizados.
Una de las épocas más críticas que ha vivido este país se dio a mediados y fines de los 90, cuando, conducido por un régimen estalinista y tras fenómenos naturales muy difíciles de superar, vivió unos niveles de pobreza y hambruna extrema, reportándose aún desde las cifras oficiales que 220.000 personas habían muerto por física hambre, lo que contrastó con los reportes de organizaciones que llegaron incluso a afirmar que fue el 10% de la población la que desapareció por esa causa.
Resulta paradójico que con esa historia de pobreza, en pleno siglo XXI, el régimen y sus autoridades privilegien el gasto militar con respecto a la inversión que ameritaría priorizar que los habitantes no vuelvan a ser víctimas de las condiciones de pobreza extrema y sobre todo de hambre que ya han experimentado. No obstante, a pesar que desde al menos hace un año se viene advirtiendo el riesgo inminente de caer nuevamente en recesión económica grave y que son los propios miembros de esa sociedad los que, con las dificultades que implica tener cerrados los canales de comunicación, han evidenciado que la situación alimentaria los pone en situación de emergencia por la carencia de insumos, de alimentos, los bajos ingresos, los niveles de desnutrición que llegan a 40% y la dependencia de ayuda alimentaria que, según Naciones Unidas, es del 70%, el gobierno aparece inerme ante la grave situación.
Es tan devastadora la situación, que incluso la FAO ha dicho ya que en 2021 Corea del Norte va a tener 860 mil toneladas menos de comida debido a diferentes circunstancias (relaciones comerciales, invierno, falta de inversión del gobierno, entre otras).
En una reacción difícil de entender e imposible de justificar. Lo que el Gobierno ha dicho a su población es que deben reducir la cantidad de comida que consumen habitualmente, lo que para millones implica simplemente morir de hambre.
Por @cdangond