Con indignación y casi que desespero, Diana Sofía Giraldo escribió en este diario: “¿Que tiene que ver la reforma tributaria con el intento sistemático de quemar policías vivos en los CAI?”. Y se comprende la emotiva contundencia, porque los vándalos incendiarios actuaron no solo de manera anárquica sino también con inocultable sevicia.
Sin embargo, así como no se le pueden “pedir peras al olmo” tampoco se puede esperar que unos muchachos desadaptados -hasta convertirse en delincuentes- tengan una respuesta coherente a la pregunta de ¿por qué lo hicieron? A no ser que, ellos o su jefe si lo tienen, hayan leído al menos apartes de un trino escrito por un obnubilado expresidente y hayan optado por actuar en consecuencia para exaltar a su autor y evitar que siga perdiendo credibilidad: “1. Fortalecer FF.AA. debilitadas al igualarlas con terroristas, La Habana y JEP. Y con narrativa para anular su accionar legítimo. 2. Reconocer: Terrorismo más grande de lo imaginado…5. Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa”.
Pero, paradójicamente, la reacción de los policías que estaban dentro del incendiado CAI, fue no solo en contravía a lo insinuado en dicho trino, sino también la mejor no solo para ellos mismos sino para el prestigio institucional: salieron rápido del recinto salvando sus vidas. No actuaron como lo hicieron varios de sus colegas el 9 y 10 de septiembre del año pasado cuando en similares situaciones también salieron raudos, pero disparando a civiles desarmados.
Lo cierto es que tanto en las protestas del 21N (2019) como en las del 9 y 10S (2020) y en los 12 días inmediatamente anteriores (2021), se han dado cita no solo el uso abusivo de la fuerza policial incluyendo algunos homicidios de gente desarmada, sino también la indignación de una abundante cantidad de jóvenes (y no tan jóvenes), opacada por el vandalismo de varios de ellos que, probablemente aupados por oportunistas del desorden (¿”revolucionarios moleculares disipados”?), desahogaron destructivamente frustraciones y rabias represadas por las restricciones de la pandemia.
Pero, además de comprender los sentimientos de miedo, desazón e incertidumbre que se han suscitado en personas como la columnista mencionada al comienzo, hay que decir que frente a las tres grandes protestas, el gobierno encabezado por el presidente Duque ha sido, en general, errático y de retardadas y poco audaces reacciones por decir lo menos. Aunque ha habido tenues mejoras en su competencia gubernativa. Por ejemplo, ya no convocó a una “conversación nacional” sino a un “diálogo sobre lo fundamental” pero coordinado no propiamente por un amable y hábil negociador y esta vez no ignoró a los organizadores del paro para “dialogar y negociar”. Es más, incluyó en dicho diálogo a una parte de la oposición política, aunque más para oír que para escuchar.
En fin…, hasta el momento de cerrar esta columna, todo indica que sigue vigente la inteligente consigna estampada en la camiseta de un joven marchante del 21N: “yo marcho porque este gobierno no marcha”.