“¡La paz definitivamente no llegó en él!”
Hace dos años de La Habana llegó un barco cargado de mentiras, impunidad y decisiones truculentas. Pero su tripulación, el gobierno de J. M. Santos y los cacaos de las Farc, lo presentaron al país y al mundo como si estuviera cargado de paz, perdón, justicia para las víctimas y otras bien montadas y falsas maravillas.
Pero la verdad era otra, hoy fácil de comprobar. No es sino ver los noticieros, leer la prensa, visitar pueblos y regiones para encontrar un país agobiado por más de una docena de grupos alzados en armas, cada día más empoderados, enriquecidos por el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando y el tráfico de personas ¡La paz definitivamente no llegó en ese barco!
Consecuencia del laxo acuerdo de La Habana, firmado por Santos y las Farc, que premió el narcotráfico, el crimen, los secuestros, los destrozos ambientales, los abusos sexuales, ordenados por décadas por personajes que hoy se pavonean como senadores por toda Colombia.
Pero Santos, haciendo gala de su cinismo y cubierto con el halo de santidad que él cree le concede el Nobel, obsequio de los noruegos, sale en El Tiempo con un artículo escupiendo su acostumbrado odio contra quienes opinaron en contra de tal acuerdo y votaron No en el referendo convocado por él mismo.
Y, como acostumbra, vuelve a insultar a más de medio país, tachándolo como “enemigo de la paz”. Nada más miserable y ofensivo que ese epíteto inventado por Santos y sus colaboradores para poder apoderarse de la palabra “paz”, que nos pertenece a todos. Paz que todos deseamos y estamos dispuestos a construir.
Y “demanda” el final de los crímenes contra los líderes sociales. Pero ¡qué descaro! Señor Santos, conteste usted: ¿Cuántos líderes sociales fueros asesinados durante su gobierno? ¿Por qué no los impidió? ¿Acaso no son consecuencia del aumento del narcotráfico y la minería ilegal durante su gobierno?
Su artículo de El Tiempo, donde funge a veces de redentor y otras de víctima, lo que intenta es camuflar acusaciones reales que hoy se hacen sobre dineros de Odebrecht que (falta que lo compruebe la justicia) lo enredan a usted y a sus allegados.
Asegura que su acuerdo colocó a las víctimas en el centro del conflicto ¡Qué falacia!
E insiste en que en el acuerdo se incluyó un capítulo de género. Díganos, señor premio Nobel ¿se mencionan, en tal capítulo, las atrocidades cometidas contra las niñas indefensas, secuestradas de sus hogares, obligadas a servir sexualmente a los miembros de las Farc, a abortar, y a convertirse en criminales?
Hay que ver con cuánta astucia, en su escrito, alude al Papa como si fuera su guardaespaldas personal, mientras usted esparce la cizaña a manos llenas entre los colombianos. Lo que usted intenta es ahondar esa profunda división que nos dejaron sus ocho años de gobierno y que el presidente Duque trata por todos los medios de cerrar.
La gran mayoría deseamos encontrar un camino de reconciliación para enfrentar los problemas heredados: la rampante corrupción, los mares de cocaína, la proliferación de los grupos armados, el desgaste del medio ambiente y los crímenes contra los líderes sociales, los soldados, los policías. ¡Señor Santos, por favor, déjenos en paz!