El reciente espectáculo de la Copa Mundo nos deja, prima facie, una lección impactante: la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) es más importante, pacífica e integradora que la ONU (Organización de las Naciones Unidas) llamada ésta, supuestamente, defender al mundo, organismo deficitario y lleno de disfunciones. Ya los más pesimistas le han cambiado el nombre para redefinir su sigla: “Organismo No Útil”. Su legendario ex Secretario, Kofi Annan, tuvo muy buenas intenciones de reformarla, pero todo se quedó en borrador; del hombre solo recuerdo un cafetín que instalaron en la Alturas del Golán, en Israel, mirando con furia a Siria, de frente, cuyo letrero decía: “Coffee Anán”.
En materia militar, la ONU está “offside”. No tiene entrenador, ni alineación, ni reservas, ni armas de ataque; es por ello que cuando se debe actuar contra algún Estado que llena la copa del abuso del derecho humanitario los otros, de manera unilateral, toman decisiones, como en el caso de Irak, cuando Bush entró a la guerra, arrastrando consigo a Gran Bretaña y España, sin pedirle permiso a nadie; o como cuando el hombre más poderoso del mundo, Vladimir Putin -padre del novedoso principio de adquisición de propiedad territorial en el Derecho Internacional, denominado Putin Possidetis Juris y envalentonado con un mundial futbolero impecable- decidió desayudarse a Crimea, una mañana de 2014, y nadie dijo nada; o como ocurrió en la región sudanesa de Darfur, donde asesinaron a casi un millón de almas, sin que nadie pusiera el grito en el cielo, o en los genocidios de Angola, en 1993, de Ruanda, en 1994, mientras los altos dignatarios de la ONU veían pasar las imágenes dramáticas en chanclas, comiendo crispetas por CNN.
La ONU, a la par con la FIFA (ambas con un presupuesto similar de 5.5 millones de USD, la primera con 193 miembros y la segunda con 211), no han podido librarse de los escándalos de corrupción; el hijo de “Coffee”, Kojo, fue sindicado de recibir 300 mil USD de una compañía suiza que obtuvo un contrato que llegó a sobrevalorarse, en virtud del acuerdo iraquí Petróleo por Alimentos y después, en tiempos del penúltimo Secretario General, el coreano Ban Ki-Moon, una valiente funcionaria anticorrupción del organismo renunció y denunció su “deplorable” gestión. Pero la FIFA también tiene sus cuentos.
En materia militar, el accionar de la ONU, a través de sus “Cascos Azules”, está supeditada al voto- jamás unánime- de cinco países (Rusia, China, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) con representación en el Consejo de Seguridad y por ello no ha podido evitar guerras, masacres, violaciones de derechos humanos a lo largo y ancho del mundo. ¿Y qué de los casos de Siria, Palestina, Corea del Norte y de Venezuela, convertida en un peligro para toda América del Sur? Si no fuera por la actitud arrojada de Donald Trump, ese muchacho salvaje de Kim Jong Un nos tendría a las puertas del cielo (o del infierno) a punta de ojivas nucleares. La FIFA une al universo en las canchas, la ONU lo dispersa en los campos de batalla.