En el mundo pasan tantas cosas, y tan rápido, que resulta imposible tenerlas todas en el radar. A veces escapan a la mirada más avispada incluso algunas cuya importancia debería inmediatamente llamar la atención; y otras, son simplemente descartadas -por falta de tiempo y no de interés- para luego resultar cardinales en el desarrollo de los acontecimientos. Son multitud las que apenas se alcanzan a ver de reojo. Pero algo es algo. Y, mientras la pandemia sigue su curso, muta el virus, y se hacen evidentes las dificultades (previsibles y universales) de la inmunización a gran escala -por mucho que la comprobación de la eficacia de nuevas vacunas traiga consigo también nuevas esperanzas-, vale la pena marcar algunos asteriscos en el prolijo inventario de noticias para, seguramente, volver sobre ellos más adelante.
La reunión del Foro Económico Mundial estuvo este año forzada a la virtualidad, como tantas otras cosas en los tiempos que corren. (Unas con más razón que otras, y una, muy importante, sin razón alguna: la educación de los niños). En su intervención, el presidente chino, Xi Jinping, volvió a elogiar las virtudes del multilateralismo. Un multilateralismo, claro está, que concibe muy a su manera. También advirtió sobre los riesgos de una “nueva guerra fría, una guerra caliente, una guerra comercial, una guerra tecnológica, que podría, eventualmente, perjudicar el interés de todos los países y socavar el bienestar de todos”. Eso sí, mientras China asfixia la democracia en Hong Kong, oprime hasta el genocidio a los Uigures, vuelve a las escaramuzas en la frontera con India, amenaza a Taiwán, y practica, mediante todos los recursos, el espionaje científico y tecnológico.
El nuevo gobierno de los Estados Unidos, del cual se esperan tantas cosas que alguna frustración será a la postre inevitable, ha reafirmado su apoyo y reconocimiento a Guaidó como presidente interino de Venezuela y ha vuelto a calificar a Maduro de “brutal dictador”. Y, en relación con otro asunto, mucho más espinoso, ha condicionado su “regreso” al acuerdo nuclear con Irán a que éste “cumpla plenamente las obligaciones” que le corresponden; a lo que Teherán ha contestado -como era previsible- que el primero en haberse sustraído a ellas es quien debe dar el primer paso, con lo cual, al menos por ahora, la cuestión nuclear iraní seguirá allí donde la puso su predecesor en la Casa Blanca. (Todo lo cual no ha impedido a Biden designar un “enviado especial”, con la misión de traer a Irán nuevamente a la mesa de negociaciones sobre su programa nuclear…)
Por otros lares, la Universidad de Leicester ha decidido sacar del currículo clásicos como el poema “Beowulf” o “Los cuentos de Canterbury”, para ofrecer un “excitante e innovador” menú “descolonizado”, “centrado en la raza, la etnia, la sexualidad y la diversidad” -que son, aparentemente, los nuevos criterios “socialmente comprometidos”- para definir lo que se enseña en las universidades, aunque sean cada vez más contrarios a la idea misma de universidad.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales