No relaciono estos tres temas por el simple prurito de estar en la ola de los acontecimientos, pues sin duda se trata de los que ocupan hoy el interés de la opinión pública, sino porque, efectivamente, están directamente relacionados.
¿Qué pasa en el Catatumbo? Que Norte de Santander es uno de los cuatro departamentos con más de 30.000 hectáreas de coca (Unodc 2023). Que el Catatumbo, con más de 27.000 hectáreas, y Tibú, con más de 22.000, son la región y el municipio con mayor área sembrada (Unodc 2022). Que el Catatumbo, además de zona de cultivo, limita con Venezuela y es corredor para la cocaína que sale al mundo por ese país. Que en el Catatumbo hacen presencia las disidencias de las Farc, y ha hecho presencia histórica el ELN, pionero de atentados a la infraestructura petrolera y, actualmente, un grupo narcoterrorista más.
¿Qué pasa con el Eln? Que es la última guerrilla comunista del país y del continente, con 50 años de negociaciones fallidas con los gobiernos. Que hoy es un grupo narcoterrorista binacional, que en Venezuela funge como grupo paramilitar aliado del régimen, aunque el régimen lo niegue, y en Colombia como un grupo armado ilegal, aunque reniegue de tal calificación y le exija al gobierno reconocer su condición “beligerante y subversiva”.
Que, en dos años de negociaciones con un gobierno de izquierda, afín a la ideología que dice tener, las torpedeó con una estrategia simultánea de negociación, incumplimiento y violencia, que derivó en la suspensión de los diálogos a raíz del ataque a la base militar de Puerto Rondón, Arauca, supeditando su reanudación a una “manifestación inequívoca” de voluntad de paz, que el Eln se negó a ofrecer.
Que, sin embargo, el gobierno insistió en buscar acercamientos, pero la respuesta fue un salvaje enfrentamiento con las disidencias de las Farc por el control territorial para preservar sus actividades ilícitas y su condición binacional, que le permitió movilizar tropas desde Arauca al Catatumbo, con las que vamos en un saldo de 80 muertos y 32.000 desplazados.
Epílogo: El gobierno suspende las negociaciones, el presidente declara que “El Eln no tiene ninguna voluntad de paz” y la fiscal Camargo reactiva las órdenes de captura contra su delegación, anunciando que “cualquiera de estas 31 personas, que aparecían como miembros negociadores, pueden ser capturados tanto en Colombia como en el exterior”, con lo cual el proceso queda literalmente sepultado.
¿Qué tiene que ver Trump con todo esto? Mucho. En su discurso de posesión afirmó que los carteles serán calificados como “organizaciones terroristas extranjeras”, y en una de sus órdenes ejecutivas declaró emergencia nacional para abordar el peligro de estas organizaciones, que trafican drogas, practican violencia extrema y funcionan como entidades cuasi gubernamentales en vastas regiones de sus países.
No podemos olvidar que, a pesar del auge del fentanilo, la demanda de cocaína en Estados Unidos sigue creciendo y Colombia, primer productor mundial, es el proveedor del 90% de la que entra a Estados Unidos.
Frente a otra orden ejecutiva que suspende la asistencia extranjera por 90 días para evaluar su alineación con los objetivos políticos de Trump, enfrentamos el riesgo de mala calificación por no hacer la tarea, pues el área sembrada aumentó 10%, hasta 253.000 hectáreas en 2023, mientras la producción potencial de cocaína creció 53%, hasta 2.664 toneladas métricas.
Atrás queda la política de corresponsabilidad que marcó la ayuda a Colombia contra el narcotráfico, reemplazada por la seguridad nacional, los intereses políticos y la predisposición de Trump hacia un gobierno de izquierda y aliado de dictadores en la región.
Un cambio extremo de contexto que, seguramente, tendrá consecuencias.
@jflafaurie