Todos sabemos que errar es de la naturaleza del hombre, pero no corregir a tiempo es de naturaleza animal, porque las cosas, los contratos, convenios y relaciones jurídicas, si se desquician y no funcionan, se pueden deshacer como se hacen y ello lo sabe un primíparo de Derecho. Los ingleses -tan diplomáticos y elegantes- decidieron votar por el Brexit, un embeleco que se le ocurrió a David Cameron para ganarse el voto de los más despistados, a resultas de lo cual llegaron al colmo de convocar a los británicos en referendo si se iban o seguían con la Unión Europea y los muy atolondrados, por mayoría del 51,8%, votaron por el sí, a mediados de 2016, y ese chicharrón de 8 patas lo heredó la señora Theresa May, a quien le costó su casa en el número 10 de la Downing Street y quedó de patitas a la calle.
Tuvo tiempo para convocar a un nuevo referendo para que los ciudadanos, arrepentidos, hubieran enderezado el timón en vez de seguir por el sendero del precipicio, pero no lo hizo. Optó por buscar unos acuerdos para dilatar o componer el asunto, pero no le funcionaron y en vez de repetir el proceso, optó por el despeñadero. Todo fue una equivocación de cabo a rabo y los británicos deberán pagar las consecuencias de su “metida de pata”, quién sabe hasta cuándo.
Post-it 1. Estos días he tenido oportunidad de visitar varias ciudades colombianas, Medellín, Pereira, Barranquilla y ayer Popayán. El común denominador: miles de caminantes con su morral y niños al hombro, recorriendo carreteras, autopistas, calles, tirados alrededor de los semáforos. Qué enorme problema le ha planteado el señor Maduro con su testarudez, a sus propios compatriotas, a quienes ha convertido en el nuevo Pueblo de Dios, no por ser “elegidos”, sino por lo contrario, por ser esclavizados y desplazados por la miseria, el hambre, la enfermedad, la cárcel, los látigos, carro-tanques y fusiles de los paramilitares cubanos, mercenarios al servicio del régimen para darle garrote al pobre pueblo hermano. ¿Hasta cuándo durará este sátrapa en el poder?
Post-it 2. Frente a los recientes lamentables episodios de suicidio infantil (hace un par de meses dos niños de un mismo colegio de Pereira) han traído a colación la interesante reflexión de una psicopedagoga llamada Cassiana Tardivo, que resumimos así: antes perdíamos a los niños en los mares y ríos, perdidos en montañas y matorrales, ¡hoy se nos están perdiendo en los cuartos! metidos dentro un submundo, conectados con auriculares, fundidos en sus televisores individuales, Ipads, tablets, ordenadores, celulares… Y la invitación que nos hace ella es a sacar a los niños de los cuartos, a llevarlos al parque, a entretenerlos con juegos de mesa. No tenemos que ser sicólogos para entenderlo. Niños perdidos en juegos de ballenas azules que tienen que ir alcanzando metas y al final cumplir con el último desafío: ahorcarse. Es el juego diabólico de la muerte conquistando angelitos de Dios. Sobra decir que quienes idean y promocionan tales juegos deben ser tratados y condenados como lo que son: terroristas del ciberespacio, asesinos en serie de niños.