Deleite rítmico de palabras (I) | El Nuevo Siglo
Jueves, 31 de Octubre de 2024

Expresarse en armoniosa prosa, es arte que deleita y eleva el espíritu, pero hacerlo en bien tejidos versos es gozo para su autor y cultos lectores. He tenido buen espacio de tiempo para refrescar el contenido de selectos escritos de inspirados autores de lengua castellana, de Europa y del Nuevo Continente, lo cual me lleva a compartir con gozo espiritual ese deleite que da el ritmo de palabras.

Hablemos a Atalaya Gigantea”, es ejemplo de arranque de unos de los versos del poeta español José María Gabriel y Galán (1870-1905), que, por sus términos y orden, me han impactado con su sorprendente solemnidad, y así, tantos poemas inspirados y su rítmico lenguaje.

 Pero iniciemos con la fugaz historia de José Asunción Silva (1865 a 1896), llegando a su “Nocturno III”a raíz de la muerte de su hermana Elvira. El acento de esta página hace palpitar el corazón en cada una de sus palabras, así vayan entrecortadas:  “Una noche toda llena de perfumes, de murmullos de música de alasA mi lado, lentamente, contra mi ceñida toda, muda y pálida, como si un presentimiento de amarguras infinitas, hasta el fondo más secreto de amargura te agitara…Y la luna llena por los ciclos azulosos, infinitos y profundos…Y tu sombra divina y lánguida por los rayos de la luna proyectados sobre las arenas tristes…Eran una sola sombra larga, separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia, por el infinito negro…Sentí frio…Era el frio del sepulcro, era el frio de la muerte…era  frio de la nada…Era el frio de la noche, y mi sombra iba sola por la estepa solitaria…” Y la sombra pálida y fría, se acercó y marchó con ella” … Oh las sombras enlazadas…Oh las sombras que se buscan en las noches, de tinieblas y de lágrimas”. Varias sentidas poesías que dejó Silva, son tejido precioso, de candencia insuperable, que rodean este “Nocturno” y lo colocan en inmortal pedestal.

 Otra joya poética, en gran contraste con lo anterior, la de José Manuel Marroquín, Ex-Presidente de Colombia, y cultor de letras (1827-1908): “Los cazadores y la Perrilla”. Así se inicia: “Es flaca y sobremanera toda humanas previsión”. Es autor también del libro “El Moro”, y organizador de la educación pública. En esta poesía hay detalles bien armoniosamente hilados, que insinúan un final inesperado, pero termina agregando la presencia de una “perra de canes decana”, tenida por “perra antediluviana”. “Era una sarna perrosa, con figura de animal” … la derribaba un resuello, puede decirse que “aquello no era perra, ni era nada”. (Al escapar el jabalí de los cazadores pasa cerca de donde estaba la perrilla con la vieja dueña, al pie de la loma, y la perra echó a correr…Y aquella perra extenuada…aquella perilla, sí, cosa de volverse loco, no pudo coger tampoco el maldito jabalí” ...

 Ante esta página literaria, se han hecho comentarios sobre los pros y contras de las cacerías, pero, por las circunstancias del Autor, podría hacerse reflexión que, por estar entretenido en estos versos de la perrilla, el Autor-Presidente, dejaba que perdiera Colombia la zona del Canal de Panamá, bajo cacería de EE.UU. (Continuará). 

*Obispo Emérito de Garzón

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