En la consulta anticorrupción se avanzó mucho hacia una democracia de ciudadanos. Es un intento de superar la viciada democracia de electores en la que ha estado atrapada la política latinoamericana. No ha sido fácil el andar del régimen de libertades en nuestro continente. Las décadas de dictaduras militares de extrema derecha fueron caricaturizadas por la literatura en las novelas de Asturias, Carpentier y García Márquez, entre otros. Luego, se instauraron gobiernos elegidos por el pueblo que iniciaron la lucha contra la pobreza y el atraso, tan recurrentes en este lado del mundo.
Cuando creíamos que no había marcha atrás en el ascenso del hombre latinoamericano, por la misma vía del voto universal, aparecieron los regímenes de izquierda totalitaria que han significado persecución, violencia y muerte. Son sistemas personalistas que acaban con las libertades, violan los derechos humanos y destruyen la riqueza de los países. Cuba, Venezuela, Nicaragua, son el arquetipo comunista copiado ladinamente en Bolivia y frustrado en el Ecuador, de Correa. Esos gobiernos cuentan con el respaldo de la izquierda salvaje y con el silencio pusilánime de escritores y novelistas. En ese mar de dificultades Colombia se ha destacado por el civilismo democrático de sus mandatarios.
El gran resultado de la consulta del pasado 26 de agosto se explica por el repudio colectivo a la corrupción de la clase dirigente colombiana, a todos los niveles y en todas las actividades. En este proceso se ha visto reflejado el crecimiento de la clase media y la toma de conciencia de sus derechos y de sus obligaciones en la democracia participativa. Ya se había asomado en el plebiscito de octubre/16 y en las pasadas elecciones presidenciales. Fue la clase media la que le dio el triunfo a la dupleta Duque-M.L.Ramírez.
Así, pues, resulta ingenua la brega por adueñarse de esos votos y sorprendente que, por no alcanzar el umbral, se culpe a la Costa de venalidad electoral. Es un ardid distractor propio de una personalidad construida desde el rencor como la de Gustavo Petro. Estaría confesando que los votos que obtuvo en su aventura electoral, en la Costa Caribe fueron comprados. (“… En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2018 los resultados muy positivos que obtuvo Gustavo Petro en la Costa Caribe llevaron a que pasara a la segunda vuelta, Aunque en el resto del país Sergio Fajardo le gano por más de 840.000 votos”: Meisel).
Es en el rezago de la región, en la discriminación basada en estereotipos, y en la actual crisis de liderazgo político, está la causa del desencuentro entre la región Caribe y el resto de la nación colombiana. Adolfo Meisel Roca ha investigado este fenómeno y nos aporta datos esclarecedores como el siguiente: “…para efectos prácticos, en los últimos 100 años el país no ha tenido un Ministro de Hacienda oriundo de la región Caribe”. El caso de Electrocaribe ilustra el menguado poder de la dirigencia costeña de hoy. Años de padecimiento en toda la región por las fallas en el servicio eléctrico y no se ha encontrado, por el Estado Central, una solución distinta al alza de tarifas. Es decir, más plata por menos luz eléctrica.