El teniente coronel Hugo Chávez, autor de un golpe de estado en 1992 pero amnistiado por Rafael Caldera, fue elegido popularmente presidente de Venezuela en diciembre de 1998. Un año más tarde se adoptó por referendo la Constitución de la República Bolivariana, diseñada para “refundar la república”. Con base en ésta, se llevaron a cabo en 2000 unas elecciones en las que Chávez fue reelegido. Hubo tachas de fraude pero los resultados fueron avalados el mismo día por Jimmy Carter y César Gaviria, entonces secretario general de la OEA. Chávez puso en marcha inmediatamente la revolución bolivariana y el socialismo del siglo XXI. Una nueva Constitución, en 2009, aprobó la reelección indefinida, pero Chávez murió en 2013. En 2010 el recién posesionado presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, llamó a Chávez “mi nuevo mejor amigo” (¡uff!!), aunque sus relaciones con Uribe hubieran sido pésimas.
Chávez tenía un vínculo de mutua dependencia con los Castro (les daba petróleo pero ellos lo asesoraban políticamente), de los que aprendió muchas lecciones, como que a la prensa hay que amordazarla. A Rctv le cancelaron la licencia de TV abierta en 2007 y en 2010 el gobierno prohibió a los operadores de cable retransmitir la señal de esa televisora. Fue el comienzo. Varios medios impresos fueron “comprados” por interpuesta persona y a otros se les impidió conseguir papel. Chávez siguió meticulosamente las instrucciones de los Castro en cuanto a expropiación de la tierra y de las empresas productivas. Compró armamento ruso; fue “el nuevo mejor amigo” de Irán y Corea del Norte; se inventó la Unasur para competir con la OEA, el Alba con sus estados lacayos y Petrocaribe para dominar a los caribeños; dilapidó la inmensa riqueza petrolera de Venezuela durante los catorce años de gobierno y puso en problemas a Pdvsa, que se volvió la caja menor de un gobierno desenfrenado.
Fue Chávez el que instituyó la dictadura. En su época la Asamblea lo había autorizado para limitar la libre expresión y castigar a sus críticos, y el Tribunal Supremo había rechazado explícitamente la separación de poderes.
Una vez muerto, siguió gobernando a través del “pajarito” que ha aconsejado a Maduro estos años. A Maduro, que no es inteligente, le cayó la crisis del petróleo, lo que generó una inflación descontrolada y una escasez de alimentos y medicamentos que ha llevado al descontento popular, a una polarización y un clima de confrontación nunca vistos. Los presos políticos se han multiplicado y se ha resuelto dominar a la población por la violencia. Manes de Fidel.
La Constituyente no es, como han dicho algunos, el comienzo de la dictadura. Es más bien la lápida a la democracia que estaba muerta pero insepulta.
La comunidad internacional ha endurecido sus críticas y es posible que veamos mano fuerte. Durante años fue complaciente. En la época de Insulsa hubo condescendencia y cobardía de la OEA frente a lo que pasaba en Venezuela. Con Almagro la actitud cambió, aunque nunca se han logrado las mayorías para aplicar la Carta Democrática. Por su parte la ONU solamente ahora ha empezado a considerar la situación. Lo mismo por el lado de la UE.
Mi temor es que, ahora que Maduro se ha quitado la máscara, sea más difícil tumbarlo a no ser por un bloqueo económico. Sin plata, se cae.