La multiplicidad de incendios forestales que agobiaron a los colombianos durante las últimas semanas puso de presente, por lo menos, dos desastres. El primero de ellos, por supuesto, los incendios que ocurrían en diversos departamentos y que por sí solos constituían la manifestación de un desastre enorme, inusitado, así hubiera sido advertido.
El segundo desastre es que se puso en evidencia la precariedad de los recursos que para extinguirlos eran indispensables y no hablemos de los más complejos que se requerirían para prevenirlos. Que las organizaciones de bomberos promuevan una manifestación pública para de esta manera reclamar los recursos que han debido acompañarlos para enfrentarse a estos incendios y, claro está, como una temprana y sentida advertencia con respecto a lo que podría ser la situación frente a los próximos incendios que se dan por seguros e inevitables.
Se requiere una reformulación de estas organizaciones de bomberos en un momento histórico que hace de estas instituciones unos agentes indispensables de la seguridad nacional y de nuestra riqueza biodiversa, clave para nosotros y para el mundo. Es un tema que no puede postergarse y que requiere de una inteligente planeación y de los recursos apropiados para su eficaz desempeño. Es que es imprescindible contar con la mayor confianza de la ciudadanía en esta institución hoy convertida en una herramienta estratégica, como nunca antes.
Se necesitan recursos para la confrontación terrestre y, también, los elementos necesarios para el trabajo aéreo que con gran esfuerzo y sacrificio han prestado los helicópteros y sus tripulaciones y en esta ocasión, infortunadamente, no los aviones hércules, que no estuvieron listos para evitar la expansión de estos incendios.
Muy digna de todo encomio la solidaridad de muchos ciudadanos y el sentido de responsabilidad más allá del deber de los propios bomberos, de los voluntarios y de quienes se comprometieron con tanta generosidad a luchar para evitar males mayores. Gran ejemplo de civismo y de compromiso solidario. En algunos países un buen número de ciudadanos sienten orgullo de formar parte como voluntarios de la organización de los bomberos.
Se requieren unas reformas institucionales y la mayor claridad con respecto al manejo que requiere este tipo de tragedia. La improvisación, las vacilaciones, los conflictos de autoridad, en nada ayudan a lo que debe ser el cumplimiento de una tarea que requiere la máxima experticia y la ejecución característica de una bien concebida estrategia. Lo que ha ocurrido deja muchísimas lecciones que deben servir para ir perfeccionando una respuesta que tiene que ser perfecta. Es que son muchas las cuestiones que están en juego. Desde la vida de los propios bomberos y sus auxiliares, la de los ciudadanos, la de las especies animales y vegetales, y de nuestra importante biodiversidad. Ninguna ligereza es tolerable. Ninguna demora. Ninguna postergación. Ninguna precariedad.
Estamos en presencia de tragedias que se presentarán con frecuencia y en ocasiones con furor inusitado. Y tanto en el sector rural como en el urbano, en las grandes ciudades como los pequeños municipios debemos estar siempre listos, no puede existir una desigualdad en cuanto los recursos y al personal necesarios para confrontar este nuevo tipo de conflagraciones. Si no lo entendemos así pagaremos un precio muy alto por nuestra negligencia y falta de comprensión con respecto a la gravedad de este nuevo fenómeno.
Sabemos que se trata de una amenaza que afecta a los países más desarrollados y a los que no lo son tanto, y por ello debemos estar al día en el conocimiento de las nuevas tecnologías y de los nuevos procedimientos para contar con ellos no después de la tragedia sino con apropiada previsión, mucho antes. Debemos afrontar estas tragedias con la confianza de que hemos hecho la tarea adecuada para confrontarlas.