DIANA SOFIA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 8 de Marzo de 2013

Derechos de los demás

 

“¿Por qué no atender ya reclamos de cafeteros?

Su derecho llega hasta cuándo se encuentra con el derecho de los demás, proclaman desde los juristas eminentes hasta los sociólogos aficionados.

El principio se repite a toda hora pero no  se aplica en la práctica. Con frecuencia lo violan los ciudadanos y lo olvidan las autoridades, como  ocurre con los paros que afectan al país en estos días.

No se discute la legitimidad de las solicitudes de los cafeteros, que han soportado  por décadas los vaivenes  del mercado internacional y una feroz embestida de las plagas domésticas. 

Libraron un combate duro y exitoso contra la roya. Pero no hubo tiempo para disfrutar el triunfo porque la broca obligó a abrir un nuevo frente de batalla. Y al registrar el buen suceso de las campañas para controlarla, la revaluación del peso trasladó la lucha a otro terreno, en el cual poco o nada puede hacer el cultivador,  que consagra  sus esfuerzos a sembrar sus matas y recoger las pepas.

El caficultor no conoce los intríngulis de la enfermedad holandesa. Solo sabe que lo arruina y que no desaparece renovando los sembrados ni fumigando los cafetales. Recuerda que la economía nacional se sustentó en el café por muchos años y espera que, como elemental medida de sensatez,  no se deje quebrar  una actividad  que sigue siendo vital para el país.

No hay duda sobre la justicia de los reclamos. La nación entera lo entiende así. Por eso es lamentable que unos agitadores infiltrados aprovechen su  protesta para cometer desafueros que  le enajenan al sector cafetero la simpatía y solidaridad del país.

Mientras tanto ¿en dónde están las autoridades? ¿Cómo pueden llegar las situaciones a estos extremos sin las medidas preventivas que debieron tomarse desde hace mucho tiempo? La imperdonable demora en afrontar la realidad deja que un problema económico se convierta en un problema social y, enseguida, en un conflicto de orden público. En ese momento se pierde el respeto por el derecho ajeno.  Y a las dificultades de un sector se le agrega el enfrentamiento con el resto de la población.

 

Lo estamos viendo: los bloqueos de carreteras no solucionan  las dificultades y, al impedir el transporte de alimentos, lesiona  a la comunidad en general, enardece a la opinión pública y, cuando más, logra que se tomen unas medidas que apaciguan la emergencia pero dejan intactas las causas verdaderas y engendran peores males en el futuro.

Y si  las autoridades van a terminar adoptando unas soluciones acosadas por los hechos ¿por qué no aplicarlas ahora y ahorrarle al país la amargura de un conflicto agrandado por no afrontar a tiempo las realidades? Si alguien pretende extender su derecho atropellando los derechos de los demás y la autoridad  no actúa desde el principio, los demás terminarán atropellando al atropellador y las complicaciones  desbordarán a  la autoridad que se decide a intervenir tardíamente.

Si los cafeteros tienen razón en sus reclamos ¿por qué no atenderlos ya? ¿Para qué esperar hasta que la desesperación  lleve a excesos contra los derechos de los demás?